No pude evitar emocionarme, fue cruzar la mirada y quedar
prendado de ella.
No le hizo falta ni una sola palabra para llegar al fondo de mí,
sus ojos me traspasaron y despertaron en mis entrañas sensaciones
que nunca antes había sentido.
Comencé a llorar como un niño, de esas veces que lloras sin
importarte los demás porque en realidad los demás habían desaparecido
de la escena, fue como si el mundo se detuviera y estuviéramos
solo los dos.
Estuvimos mirándonos durante mucho tiempo, yo era incapaz
de apartar mis ojos de aquel remanso de paz que se me ofrecía
gratis, y Él, por su parte, me ofrecía aquella mirada cálida sin ninguna
condición previa.
Mi corazón olvidó de repente el mar de dudas y miedos que
normalmente lo zarandea y se dejó acunar en la ternura que manaba
de sus ojos. Cuando acabé de llorar, Él me ofreció una sonrisa,
y tendió su mano hasta tocar mis mejillas para enjuagar mis
lágrimas, besó mis ojos y me dijo:
«Porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo
Is, 43, 4, te elegí antes de que salieras del vientre materno ,Jr 1, 5 y
con amor eterno te quiero...
http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/jornada-vocaciones.html
con amor eterno te quiero...
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