Pero, ¿qué instantánea podríamos
tomar para deciros hacia dónde ha de caminar nuestra formación? ¿Qué es lo que
queremos vivir? Mejor dicho: ¿qué es lo que Dios nos llama a vivir en la
Iglesia?
Mirad esta acertada ‘fotografía’
que surgió de un sueño tejido por todas las hermanas de mi familia hace unos
meses. No os perdáis ni un renglón... ¡Vale la pena!.. Mejor dicho: ¡Vale la
alegría!
MISIÓN
Las Hermanas de Ntra. Sra. de la
Consolación, fundadas por Santa María Rosa Molas, somos llamadas y enviadas a
ser instrumentos de la misericordia y la consolación de Dios entre los que
padecen cualquier necesidad, anunciando a Jesucristo y extendiendo el Reino.
VALORES
Humildad, sencillez y caridad
Estos valores fundamentales forman
parte de nuestro “código genético” congregacional, que rige y orienta las
conductas, acciones y decisiones. No deben quebrantarse jamás.
VISIÓN
Las Hermanas vivimos con gratitud
nuestra vocación. Mantenemos vivo el fuego del primer amor, origen y fundamento
de nuestra consagración, que nos hace vivir para el Reino con la fuerza del
Carisma.
Nos sentimos parte viva de un
cuerpo y ahondamos en nuestra pertenencia a Dios, a la Iglesia y a la
Congregación. Acogemos y cultivamos con creatividad el Carisma, don del
Espíritu que nos configura con Cristo Consolador, y todas velamos por su
vitalidad.
Tenemos un fuerte y claro sentido
de nuestra identidad como instrumentos de misericordia y consolación. Nos urge,
como a la Madre, el deseo de que Cristo sea conocido y amado. En ese anuncio
nos sostiene y acompaña María, como ella somos discípulas y misioneras.
La fuente que alimenta nuestra vida
personal y comunitaria es la experiencia de Dios y la fe que compartimos.
El encuentro diario con el Señor, en la
Palabra y la Eucaristía, nos impulsa a vivir reconciliadas con Dios y con los
hermanos. Nos ayudamos a hacer una lectura creyente de la realidad, a discernir
los signos de los tiempos y a mantenernos en actitud de alerta para “escuchar
la voz de Dios allí donde la vida clama”. Asumimos el profetismo de Jesús con
actitudes de fe, esperanza y amor.
Somos comunidades con vitalidad
evangélica. Celebrar y compartir la vida fortalece nuestra fe, aumenta la
comunión y nos impulsa a la Misión. Nuestras relaciones fraternas se nutren del
amor mutuo. La riqueza de la diversidad es oportunidad de crecimiento.
Valoramos a las hermanas, nos adelantamos en el perdón y favorecemos la
corrección fraterna. Fomentamos un ambiente de familia donde la comunicación es
transparente y el diálogo auténtico y profundo. Las estructuras comunitarias
son flexibles y favorecen la misión.
Nuestra vida es sencilla, austera,
abnegada y solidaria para compartir con los que tienen menos. Vivimos de
nuestro trabajo, agradecemos todo lo que recibimos y compartimos los bienes,
conscientes de que todo es de todas. Somos responsables en el uso de los
recursos naturales y en la preservación del medio ambiente.
Apoyadas en la fuerza de la fe,
buscamos y descubrimos la voluntad de Dios expresada en sus mediaciones. Las
hermanas a quienes se les confía el servicio de la autoridad son vínculo de
comunión y promueven el diálogo y el discernimiento, la corresponsabilidad y la
participación, con criterios claros, visión de futuro y capacidad de
proyección. Vivimos la obediencia con madurez, libertad y responsabilidad.
Crecemos como mujeres consagradas y
hacemos de la formación un pilar fundamental en todas las etapas de la vida. Es
un proceso continuo que revitaliza nuestra identidad carismática, renueva
nuestra vocación y nos prepara para afrontar los desafíos de los nuevos
desconsuelos de la humanidad.
Insertas en la Iglesia local y
universal, nuestra misión está plenamente orientada a la evangelización.
Impulsadas por la audacia transformadora de la Madre, “maestra en humanidad”, y
su apertura a nuevas necesidades, procuramos mirar nuestro entorno y nuestro
mundo con la misericordia con que Dios lo mira y buscamos los “otros
cualesquiera necesitados” que van surgiendo en el camino de la vida. Atendemos
preferentemente a los más pobres y a los jóvenes. A través de nuestra acción
evangelizadora, muchas personas se acercan a Jesucristo, conocen el amor de
Dios y recuperan la dignidad perdida.
Nuestra Congregación es
internacional y misionera. Nos insertamos con humildad y respeto en la vida y
cultura de los pueblos que nos acogen, haciendo comprensible y cercano el
anuncio de Jesucristo y dejándonos enriquecer con sus propios valores. Nos
implicamos personal, comunitaria y apostólicamente en la defensa de la vida, la
justicia, la reconciliación y la paz.
Compartimos proyectos con otras
congregaciones, confesiones cristianas, religiones y organismos no religiosos,
con quienes trabajamos para humanizar más la vida. Estamos abiertas al diálogo
ecuménico e interreligioso.
El testimonio evangélico, la
alegría de pertenecer al Señor y nuestra vida fraterna, convoca y suscita el
deseo de seguir a Cristo consolador. Todas nos comprometemos en una Pastoral
Juvenil-Vocacional viva, dinámica y sistemática. Somos audaces e incisivas a la
hora de proponer, suscitar y orientar al joven a la escucha de la llamada de
Dios y a responder a su vocación en la Iglesia. Agradecemos profundamente y
acogemos como un don a las jóvenes que optan por seguir a Cristo en nuestra
Congregación.
La Familia Consolación crece y se
fortalece en su identidad, impulsa el proceso evangelizador de las obras
apostólicas y posibilita la continuidad y expansión de las mismas para el
servicio del Reino.
Valoramos como un don del Espíritu
la Misión Compartida. Nos mueven las mismas inquietudes y dirigimos nuestros
esfuerzos en la misma dirección. Laicos y hermanas compartimos carisma,
trabajo, vida, oración y un itinerario de formación humana, cristiana,
carismática y profesional. En este camino, en el que nos enriquecemos
mutuamente con lo específico de cada vocación, las hermanas somos signo de una
vida consagrada a Dios y a su Reino.
Juntos seguimos impulsando la vida
de niños, jóvenes y adultos en el Movimiento Consolación, respondemos a
proyectos de desarrollo solidario con el apoyo de la ONGD DELWENDE y
organizamos iniciativas de voluntariado nacional e internacional a través de la
Fundación Mª Rosa Molas.
Nuestra Congregación ha
experimentado una nueva organización buscando fortalecer su vitalidad.
Caminamos conscientes de que la Providencia de Dios conduce nuestra historia y
guía nuestros pasos.
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