miércoles, 14 de noviembre de 2012

UN REGALO PARA TODOS, NUESTRO CARISMA, CONSOLAR


  “Reaviva el carisma que hay en ti”
                                                    (2 Tim 1,6)

            ¡Cuántos regalos hemos recibido en nuestra vida! ¡Cuántos regalos hemos hecho!... Algunos son materiales, nos los ofrecen en un día significativo: cumpleaños, santo, aniversario, reyes... Cuando estos regalos llegan a nuestras manos ya han vivido muchos momentos intensos, han sido pensados, buscados con ilusión, preparados, adornados... pero sobre todo han sido “mimados” porque a través de ellos reflejamos el amor que  tenemos a la persona a la que vamos a hacerle el regalo. Cuando lo entregamos esperamos cualquier gesto que exprese la ilusión, la sorpresa, la alegría de la persona que recibe nuestro regalo. Observamos su cara, sus manos, sus gestos..., todo lo que nos pueda decir que le agrada nuestro obsequio y todo lo que pueda hacernos ver que también ella descubre en ese regalo nuestro amor.

            Hay otros regalos que no son materiales y que se nos ofrecen cada día: la vida, la fe, la amistad, la paz, la vocación, una sonrisa, una oración, un saludo, un detalle cariñoso... tantas y tantas cosas que se nos regalan y que podemos regalar. Quizá muchas veces no somos conscientes, pero también esperamos con ilusión estos regalos y notamos su ausencia cuando algo los oculta, o los empaña un poco.

            Durante siglos, desde la creación, Dios ha estado haciendo regalos a los hombres... un día deseó hacerle un gran regalo a una mujer, ella le había buscado desde que era niña, había querido recibirle en su casa y había luchado para que incluso le adelantaran este día, la fecha de su comunión, después le había entregado la vida, consagrándose a El, todo lo que hacía y vivía se lo regalaba a Dios y a los hombres, ella misma repetía: “Todo para gloria de Dios y bien de los hombres...”. Dios preparó con ilusión su regalo, el conocía el modo de hacerla feliz, porque sabía que a Mª Rosa Molas tenía que regalarle algo que pudiera ser para los demás y que además fuera universal, estaba seguro de que no se quedaría con su regalo y se lo daría a los hombres; sabía también que no podía ser algo material porque Mª Rosa vivía con lo estrictamente necesario, dicen de ella que no se permitía nada superfluo ni en su uso ni en su obsequio, por lo tanto debía buscar algo profundo y Dios pensó que el mejor regalo que podía ofrecerle era un carisma, un don al servicio de la Iglesia a la que ella amaba profundamente. Dios se sintió muy contento con su regalo y empezó a pensar cuál sería ese carisma...
            Pensó que lo que más necesitaban los hombres era alguien que les hablara al corazón, que tuviera misericordia de ellos, que pudiera comunicar su ternura... Entonces decidió que su regalo sería el carisma de CONSOLAR, el mismo había dicho por medio de su profeta “Consolad, consolad a mi pueblo, hablad al corazón del hombre”(Is 40,1)... buscó el momento oportuno y depositó su regalo en una caja especial, en el interior de Mª Rosa, no era un regalo que iba a abrir en un momento sino que lo iría descubriendo poco a poco, cuando sintiera la fuerza interior que la movía, cuando  pediría ser Hija de la Iglesia, cuando sus gestos y sus palabras hablaran al corazón del hombre, cuando se asociara al sacrificio de Cristo... en todos esos momentos Dios seguía contemplando los gestos y las manos de Mª Rosa que recibían con ilusión cada día el regalo de Dios.

            Como Dios suponía la Madre, como ahora la llamaban los hombres, no podía quedarse el regalo para ella y lo fue entregando primero a sus Hijas, después a los que vivían en la Casa de Misericordia, en los pueblos donde iban abriendo casa y obras apostólicas... y el regalo siguió vivo más allá de su muerte y el regalo sigue vive hoy entre nosotros.
            Cada uno desde esa perspectiva concreta vivimos el carisma de la Consolación. Pobres, enfermos, niños, encarcelados... pero esto no es suficiente, la fina intuición de la Madre, el amor, yo diría la pasión que siente por el hombre, no pueden conformarse necesita ir más allá, necesita ser universal, cualquier necesitado es sujeto de amor, cualquier necesitado tiene que ser consolado, no hay límites. La consolación, amor misericordioso de Dios al hombre, no puede tener límites, dice Pablo que la caridad es paciente, es servicial, no  busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra con la injusticia, se alegra con la verdad, todo lo cree, todo lo excusa, todo lo espera, todo lo soporta... Esto es lo que vivió la Madre y el regalo que nos hizo, todos los que estamos aquí, portadores del Carisma de la Madre, estamos llamados a consolar a cualquier otro necesitado, ¿nos hemos parado a pensar cuántos necesitados hay en nuestra familia, en nuestro colegio, en nuestro barrio?. Estamos llamados a ser Consolación en el aquí y en el ahora de nuestra vida y de nuestro mundo. 
            Nuestro regalo es universal, y por él lo que nosotros vivamos hoy, aquí y ahora, pasa a formar parte del carisma, enriquece la vida de nuestros hijos, amigos, compañeros y también la vida de toda la Iglesia y de toda la Congregación. Es este el sentido profundo del carisma que Dios nos ha regalado y que estamos llamados a reavivar.
 
-“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios” (Is. 40, 1).
-“Como un niño a quien su madre consuela así os consolaré yo...” (Is. 66,13)
-“Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tribulación mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Cor 1, 3-4).
-“Todo para gloria de Dios y bien de los hombres, nada para nosotras”
-“Quien ha llegado a probar cuán dulce es Dios no puede dejar tan suave ejercicio”.
-“Abandonémonos en manos del Señor como un niño en brazos de su madre”.
-“En el calvario, a los pies de Cristo, se halla todo consuelo y alivio”.
-“Nada hay más hermoso en la tierra que las obras del Creador”.
            Esta es la esencia del Carisma de Consolar, Dios mismo que consuela al hombre a través de la Palabra, a través de su Palabra, y Dios que consuela al mundo a través de una mujer elegida como instrumento de misericordia y consolación. Ella, Mª Rosa Molas, nos invita hoy a seguir sus huellas, a ser hombres y mujeres que acogemos en nuestras vidas al Dios consolador para llevarlo a nuestras familias, a nuestra comunidad educativa, a nuestro trabajo, a nuestra diversión, a nuestras circunstancias personales...
            Hemos ido desenvolviendo nuestro regalo, profundizando hasta encontrar la piedra preciosa, os invito a que cerremos por un momento nuestros ojos... a imaginarnos que somos como esa caja... quizás un poco pobre, de cartón, pero en nuestro interior hay algo que da sentido auténtico a nuestra vida, ahí en lo más íntimo de nosotros, donde nadie puede acceder, está Dios, ahí en ese lugar que sólo Él conoce ha sembrado  en nosotros el carisma de Consolar y nos invita a hacerlo crecer, nos dice: consuela tú al corazón del hombre. Es una misión muy importante, es ser instrumentos para que Dios a través de nuestra vida pueda ser el Dios Consolador. Damos gracias a Dios por este regalo y terminamos nuestro encuentro, cantando el Himno de la Madre, nos ponemos de pie, gesto con el que expresamos que queremos reavivar el carisma que hay en nosotros y desde él ser regalo para nuestros hermanos.
 

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