miércoles, 27 de noviembre de 2013

EVANGELII GAUDIUM.La alegría del Evangelio

Este es tan sólo el inicio del la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, como veréis no tiene desperdicio...Yo siempre he pensado que sabia subrayar lo importante pero como leeréis ¿que es lo que se puede quedar en letra normal?
 
La alegría del Evangelio
 llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos, para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
 
 
 El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».

 Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!

Os invito a que  leáis esta exhortación Apostólica entera, no tiene desperdicio.  con estas palabras, nuestro Papa nos ayuda a vivir con el alma más libre.
 
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Pelicula: Katmandú, un espejo en el cielo.


 

«No es una biopic, esta mujer ha tenido una trayectoria muy larga, sigue trabajando, las cosas evolucionaron. Esto realmente recoge el principio, un principio que se parece pero que no refleja cien por cien lo que le pasó. Por ejemplo ella sí tuvo hijos y Laia no los tiene… Hay muchas cosas que no coinciden.


«Katmandú, un espejo en el cielo» (2011). Director: Icíar Bollaín. Guion: Icíar Bollaín; con la colaboración de Paul Laverty.

La directora Icíar Bollaín ya nos había adentrado en los problemas sociales bolivianos de la privatización del agua de Cochabamba en “También la lluvia (2010)”. Ahora nos lleva a la exótica Katmandú, la capital de Nepal.

Yo creo que el personaje es un poco naíf. Se hace el planteamiento de montar una escuela con sus ahorros y va encontrándose con problemas. Es una persona que no responde a ninguna ideología política, no pertenece a ninguna organización, no tiene tampoco una motivación religiosa… Entonces claro, se aproxima a esto de una manera absolutamente personal, kamikaze, por una conexión que hace con los niños. Ella también ha sido ‘paria’ de alguna manera y conecta con esos niños. Lo que a mí me parece bonito es cómo se va dando cuenta de que sola no puede, necesita ayuda. Tú como espectador ya dices ‘sola no va a poder’, y lo que ves es cómo ella se da cuenta. Es que querer cambiar toda una situación tú solo…

Es muy naïf. Tiene una parte de inocencia, pero esa inocencia tiene una doble cara: tiene por otra parte una energía y una vocación muy bonita, la de querer cambiar cosas. Otra cosa es cómo lo haga y si no lo haría mejor acompañada. Desde luego yo también me lo pregunto.”

La joven e idealista maestra catalana Laia quiere compartir sus conocimientos en una escuela local. Pero lo que se despliega ante ella es un mundo más amplio y sorprendente: las carencias educativas y económicas, la discriminación de las mujeres, el deseo de aprender y mejorar, el peso de las tradiciones, la necesidad de unas relaciones afectivas, el contraste de las mentalidades, las rupturas… Unido a lo que se quedó en la tierra natal y nunca se olvida.

¡A mí me fascinan los españoles por el mundo! Siempre que me los encuentro me encanta que me cuenten qué hacen allí, cómo viven… Españoles o lo que sean, podría ser también un holandés en Senegal. Yo creo que mostrar la gente en otro lugar es muy interesante, te obliga a muchas cosas. Piensas a veces, de forma un poco prepotente, que tu cultura es mejor, te encuentras con la otra, tienes que entenderla, tienes que aprender a no juzgarla. Yo creo que ese proceso es apasionante. Pero estas dos últimas películas la verdad es que me han encontrado a mí, no es que yo las haya pensado a priori. El guion anterior de Paul Laverty – También la lluvia-, me lo propuso, me pareció fabuloso, una aventura de película que valía mucho la pena. Y cuando estaba terminando También la lluvia, me vino el productor Larry Levene con esta propuesta, con el libro de Victoria Subirana, para hacer una adaptación, una inspiración, lo que quisiera… ¡Y me fui a Nepal! No había estado nunca, no se me había ocurrido nunca ir a Nepal, pero de repente me pareció muy atractivo.
 
«La mirada de Laia tiene que trasladar también al espectador la sorpresa y el descubrimiento de una cultura tan distinta, de un paisaje majestuoso y fascinante pero que esconde al mismo tiempo una realidad violenta y cruel para muchos de sus habitantes. Aquí tienes un centro de salud al que tienes derecho a ir en cualquier momento, porque tu madre está mal, tu hijo está mal, tú estás mal… Eso tiene un valor. Cuando ves allí que la gente no solamente tiene una mala sanidad sino que además la tiene que pagar, no solamente tiene una mala educación sino que tampoco es gratuita… Eso es una brecha insalvable, eso va a dejar atrás a una gran parte de la población, y el país tampoco va a salir de esa situación, siempre va a haber una masa que no pueda avanzar. La palanca de cambio social desde luego es la educación.»
Augusto Fernández

 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Acuérdate de mí

 

Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?
De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús los escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia.
 
José Antonio Pagola
24 de noviembre de 2013
Fiesta de Cristo Rey (C)
Lucas 23, 35-43

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un Carisma. Sentido de pertenencia




Hoy
14 de Noviembre
nuestro Instituto religioso
celebra el día del Carisma. Felicidades a tantas Hnas. que con su vida transparentan la Misericordia y la Consolación de Dios...
 
El sentido de pertenencia nace de la sensación de encontrarse a si mismo en un ca­risma, y señala —al mismo tiempo— el comienzo del camino de identificación. Es una intuición aún vaga al principio, pero que se hace cada vez más clara y precisa; viene del Espíritu y provo­ca esa mezcla de calma y tensión, típica de quien encuentra des­pués de haber buscado pero que sabe que debe seguir aún bus­cando; suscita atracción hacia el carisma porque éste es descu­bierto como la condición para ser uno mismo, como una parte de si que espera ser realizada y que, una vez realizada, dará el sen­tido de la plenitud interior y de la singularidad del propio yo.
Y es precisamente de esta atracción de la que nace, lenta­mente, la decisión de entregarse a tal proyecto. También a tra­vés de opciones precisas. Como la de entrar a formar parte de una familia religiosa en la que este carisma se expresa concre­tamente, incluso codificado como regla de vida, visible en la existencia de otras muchas personas que también en él han re­conocido el proyecto pensado por Dios para ellas, confirmado por la Iglesia como lectura auténtica de la palabra de Dios, rico en una historia y una tradición que revelan su vitalidad. Pero todo esto: regla, otras personas, historia, tradición,... es visto y sentido como algo a lo que se pertenece. Y nace, entonces, el sentido de pertenencia también al instituto, a la comunidad con­creta de hombres o mujeres con la que el individuo comparte este don del Espíritu. Sentido de pertenencia que no es, ni mu­cho menos, algo puramente sentimental, como una sensación gratificante de estar bien juntos, entre personas que se caen bien, para evitar la soledad o las preocupaciones responsabilizadoras de la vida de fuera. Ni tampoco hay que confundirlo con un sentido de pertenencia sectario-exclusivista, propio de quien tiene necesidad de apoyarse en el grupo para tener una imagen positiva de si mismo, cerrándose en él; ni, por otra parte, puede ser un sentido de pertenencia genérico-superficial, como si diese lo mismo pertenecer a un instituto que a otro, o como si la propia elección se debiera sólo a coincidencias fortuitas.
El verdadero sentido de pertenencia al instituto es el refle­jo del sentido de pertenencia al carisma, y es precisamente de este del que viene la capacidad de amar a la comunidad tal co­mo es, de sentirla como la propia nueva y verdadera familia, de acoger a los hermanos con toda su carga de limitaciones y debi­lidades, de dones y de achaques, decidiendo vivir juntos por­que, más allá de las diferencias y más fuerte que todas las mise­rias, está este proyecto común, pensado por Dios y confiado a cada uno para el bien de muchos. Un proyecto que —como he­mos visto— viviendo en comunidad se define siempre mejor y se puede apreciar en toda su riqueza. El carisma es como un vi­rus, todos dentro de la misma comunidad religiosa son sus «portadores»; no existen expertos, en el sentido estricto del tér­mino, porque cada uno ha recibido el mismo don del Espíritu y tiene el derecho-deber de dar su aportación insustituible y origi­nal para profundizar en él y descubrir sus inagotables riquezas.
Y es precisamente a esta fuente natural, además —se so­brentiende— de a la intuición originaria del fundador, a la que se hará siempre referencia para la actualización del carisma. Con­secuentemente, un instituto será tanto más actual y responderá ,mejor a la exigencias históricas cuanto más vivo sea el sentido de pertenencia de sus miembros. Cuando un religioso se consa­gra por la profesión de los votos, se confía al instituto y el insti­tuto se confía a él: de aquí se deriva una consecuencia impor­tante: cada uno se hace responsable del crecimiento de cada hermano y de la marcha del instituto en su conjunto. Sentido de pertenencia quiere decir vivir esta responsabilidad para crecer juntos en la fidelidad al plan de Dios.
Imagen: Irene  y Paula, Junioras del Instituto religioso Hnas. Ntra. de la Consolación.
 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Como saber si tienes vocacion religiosa



Dios sigue llamando a cientos de jóvenes a «sus filas», pero el proceso para saber si se tiene o no vocación puede durar años

«Hay tantas vocaciones como personas» se apresura a decir Javier S., religioso, casi antes de comenzar a preguntarle sobre su camino hasta el noviciado. Por eso, cuenta, es complicado establecer unas pautas para conocer si se tiene o no vocación. «Es un proceso que dura toda la vida», apostilla. El Papa Francisco, en sus palabras a los jóvenes de Asís, también les decía que «cada historia es única» y ofrecía una clave para conocer si se está en el camino de la vocación religiosa: «Todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo». «Viví un encuentro personal con Cristo», dice Daniel, religioso marianista y sacerdote, corroborando estas palabras del Pontífice.
Como dice el Papa Francisco, hay unos lugares comunes que comparten las personas que tienen vocación a la vida consagrada en forma de sacerdocio o consagración en una orden o instituto religioso.
Empieza por un inconformismo con la rutina de vida. Surgen las preguntas y la sensación de que no se está haciendo del todo lo deseado. Si un punto hay en común en todas las personas que experimentan estos «síntomas», es la necesidad de compartirlos, de buscar en alguien el consejo y el acompañamiento necesario. «Hablé con un religioso marianista, mi profesor de religión, a quien le confié lo que estaba viviendo. Fue muy prudente y me dijo que debía iniciar un camino de discernimiento», cuenta Daniel.
Javier contactó con un religioso a través de una amiga. «Le dije: "Me gustaría saber cómo vivís"», asegura. Normalmente, son jóvenes que han crecido en un ambiente favorable a la religión o, al menos, han tenido contacto con la fe en algún momento de su vida. Los menos son los casos de personas que conocen la religión, casi espontáneamente, y sienten que tienen que dedicar su vida a ello.
Un punto importante es elegir el lugar en el que encauzar esa «llamada». En España hay 113 congregaciones masculinas y 299 femeninas. Además de clero secular, los sacerdotes diocesanos. Contaba una Hermana pobre de Santa Clara, las populares clarisas, que, aun tratándose de la misma orden religiosa, no es igual ingresar en un convento que en otro. «La llamada es incluso a vivir en una casa, en una determinada comunidad que será tu familia», decía.

Convivencias y retiros vocacionales

Para conocer si es «la familia» y «la casa» adecuadas existen las convivencias o los retiros vocacionales. «Participé en una convivencia vocacional -relata Javier S.-pero me asusté mucho. Supongo que era porque sabía que Dios me llamaba. Si no, no me habría afectado. Si algo no te importa no te afecta». Todo ello forma parte del período de discernimiento, un tiempo en el que se intentan poner, negro sobre blanco, las verdaderas razones de esa vocación.
Javier pasó cuatro meses haciendo este examen de motivaciones ayudado por un religioso. «Es como el que va a coger oro al río. Lleva su criba, la mete en el agua, la agita y lo que queda en ella es el oro. El barro ha caído», apunta. Pero para algunos, el tiempo es mucho mayor, de hasta años. «Antes de entregar tu vida así, por entero, hay que estar muy seguro de que lo que te mueve no es una fantasía, ni un idealismo, ni una huida», sentencia Daniel. Y, por supuesto, está la práctica de la oración y los sacramentos y el servicio a los demás, al fin y al cabo, el que llama es Dios.
Una vez hallado en el lugar y la forma de la vocación llega el momento de dar el siguiente paso: entrar en una comunidad o ingresar en el seminario. En el caso de la vida religiosa, cada orden tiene sus tiempos. Hay noviciados que duran entre dos y cuatro años y después pueden transcurrir otros 3 o 4 hasta realizar los votos perpetuos, es decir, ser definitivamente miembro de la orden y consagrado o consagrada. «El noviciado es la gran prueba, como un desierto donde te ves despojado de lo que te sobra», dice Daniel. En el caso del sacerdocio, hasta que se recibe el ministerio pueden transcurrir entre 6 y 14 años.
Se trata de un período de años, en el que participan muchas personas y en el que se pone en juego algo tan único como la propia existencia. Como afirma Javier «el proceso no es solo tuyo. También es de tu familia y tus amigos», -y resume entre risas-, «sabes que tienes vocación porque no estás como un "pulpo en un garaje"».
maría durán / ciudad del vaticano

martes, 5 de noviembre de 2013

Amaras a tu projimo como a ti mismo

 
Amar, nos parece que es una palabra y una forma de vida que está pasada de moda... Amar no es otra cosa que hacer a la otra persona lo que tu quieres que te hagan a ti mismo... Amar es ponerse en el lugar del otro, comprenderlo y hacerle la vida más fácil...