viernes, 27 de enero de 2012

POR UNA IGLESIA “SALADA E ILUMINADA


.- No deja de sorprendernos su mirada y la sed que se palpa en sus rostros. Que no nos digan que la gente joven no está interesada por la espiritualidad, por el secreto profundo que Dios ha puesto en su corazón. Nuestra experiencia con adolescentes, jóvenes y menos jóvenes es la de una profunda búsqueda, una escucha atenta, ¡no!, ¡atentísima!, de nuestras palabras, cuando les hablamos de Dios. Son como remolinos en el mar que succionan lo que está alrededor, lo que les toca. No sabemos si nosotras logramos mostrar algo pero, desde luego, ellos nos muestran que el ser humano está hecho de sed y de agua, porque Dios ha puesto en cada uno, cada una, la sed y el agua necesaria para saciarnos de Vida.

Es más sencillo invitar a la gente joven a poner el corazón desnudo y palpitante sobre la mesa, abierto a nuevos espacios que a la gente adulta; tenemos tantos resabios, nos negamos tantas veces la capacidad de sorprendernos, de considerarnos discípulos, discípulas... A los chicos y chicas les hablamos de seguir la voz interior y después… les invitamos a dudar, sí, a dudar. La duda es un buen camino para conocer nuestra interioridad, para limar la fe y llegar a la esencia. Les hablamos del discernimiento con alguien, del discernimiento en la oración personal, en la celebración litúrgica, y… hacemos hincapié en la formación, que es donde queremos llegar hoy. Vivimos en un tiempo en el que tras la experiencia profunda que desgarra o que acompaña también es muy, MUY, necesaria la formación teológica, ¡saber de lo que hablamos! A veces no nos tomamos muy en serio aquello que dijo el bueno de Pedro sobre “dar razón de nuestra esperanza”. El acceso a la cultura está, más o menos, al alcance de todos, tenemos facilidades para que nuestra sabiduría sea grande, nos gusta saber sobre aquello que nos interesa, que nos motiva… ¿qué pasa con nuestra fe, con nuestra religión católica?, ¿tan privada es nuestra fe que no necesita del saber intelectual? Mmmmm…

En la vida monástica es muy importante procurar tener una buena biblioteca, actualizada y disponible para que cualquier hermana pueda encontrar respuestas o… más preguntas. Una de las ventajas y gracias de nuestra vocación es poder conjugar con cierta facilidad la cultura y la espiritualidad, la formación y la oración.

Tenemos el derecho a formarnos en cuestiones de fe, sí, y tenemos el deber de hacerlo, para poder argumentar ante esos chavales que nos miran sedientos y que no les vale el “porque sí”.

Desde este planteamiento os invitamos a vivir un fin de semana conjugando la formación intelectual, la oración personal y la celebración comunitaria. Reflexionar, orar, celebrar… puede ser un buen plan.


COMUNIDAD DE MONJAS TRINITARIAS,

SUESA (CANTABRIA).



martes, 24 de enero de 2012

Soldado iraquí abraza la vida monástica



«El Señor me dijo: “Ven y sígueme”»

Un ex soldado iraquí de Nínive, tras dramáticas experiencias de guerra, ingresó en un monasterio caldeo (católico). El religioso ha pedido permanecer en el anonimato.

Publicado por FIDES, Agencia de la Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos.

Vengo de una familia cristiana. En 1984 era soldado del ejercito iraquí. Combatí en la guerra contra Irán militando durante casi cuatro años en el ejército. He combatido también contra los kurdos y entre otras adversidades fui hecho prisionero: un grupo de guerrilleros kurdos me capturó y permanecí tres meses en la montaña sufriendo crueles torturas. Me liberaron porque mi familia pagó como rescate 10.000 dinares.
La vida militar en el ejército de Saddam me agotó y huí, por lo que me convertí en un desertor. La policía me capturó y un tribunal militar me condenó a prisión por deserción.
En aquel período descubrí la oración como verdadero alimento espiritual. Viví esta crisis con mucho dolor y sufrimiento en cuerpo y alma. Pero el Señor estaba siempre conmigo y no me dejó jamás, porque quien tiene fe en el Señor nunca debe tener miedo y encuentra la paz y la alegría a pesar de las situaciones de angustia.
Dice el salmo: «Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan» (Sal 37, 25).
Comencé a interrogarme sobre el verdadero sentido de la vida y sobre los verdaderos valores, preguntándome dónde y cuándo podría encontrar el camino adecuado de mi existencia en el mundo ¿Qué camino deberé seguir para llegar a la verdadera felicidad?
A las preguntas sobre mí mismo se añadían otros interrogantes: ¿por qué hay guerras, injusticias y odio en el mundo? ¿Por qué la humanidad no puede vivir en paz? En aquel momento de angustia, oí una voz fuerte dentro de mí que me llamaba: «Ven y sígueme, encontraras el verdadero sentido de tu vida». «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).
En 1988 terminó la guerra y seguí un curso de estudios en la Universidad en mi ciudad, Nínive. Continuaba frecuentando la Iglesia y pidiendo a Dios que confirmara mi vocación.
En 1991 comenzó la Guerra del Golfo y la situación de la mayoría de la gente empeoraba de día en día. Muchas familias emigraban de Irak. También yo habría querido unirme a la diáspora.
En 1993 me inscribí en un curso de Teología y sentí en lo profundo de mi corazón lo dulce y buena que es la Palabra de Dios. La conciencia de la vocación se hizo más fuerte y entonces respondí a la llamada del Señor. Es el Señor quien llama y es Él quien da el primer paso hacia el hombre.
Después de un intenso período de oración, en 1995 dejé a mi familia y mi ciudad para seguir al Señor y entré en el convento de los Monjes Caldeos que se encuentra en Bagdad. Ahora estoy perfeccionando mis estudios.

domingo, 22 de enero de 2012

Seguidores




Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado, abandona su aldea de Nazaret y marcha a la ribera del lago de Galilea para comenzar su misión. Su primera intervención no tiene nada de espectacular. No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden inmediatamente a su voz: "Seguidme".
Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y quienes creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente fuera, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma auténtica.
En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A la Iglesia no sólo pertenecen los que siguen o intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos cristianos de manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.
José Antonio Pagola

martes, 17 de enero de 2012