Avanzar y seguir eligiendo


Elegir y emprender un camino en la Iglesia como expresión de nuestro seguimiento de Cristo y respuesta a su llamada personal, significa que A PARTIR DE AHÍ TODO LO QUE VIVO SE ORIENTA EN FUNCIÓN DE MI VOCACIÓN. ¡¡¡TODO!!!  No es un camino fortuito, casual, sino elegido desde el Amor y para amar.

"Nada es más práctico que encontrar a Dios;

que amarlo de un modo absoluto, y hasta el final.

Aquello de lo que estés enamorado,

lo que arrebate tu imaginación, lo afectará todo.

Determinará lo que te haga levantar por la mañana,

lo que hagas con tus atardeceres,

cómo pases los fines de semana, lo que leas, a quién conozcas;

lo que te rompa el corazón y lo que te llene de asombro

con alegría y agradecimiento.

Enamórate, permanece enamorado,

y eso lo decidirá todo. "

(P. Arrupe)

Desde ese momento dedicamos todas nuestras energías a conformar nuestra vida con la de Cristo. Ya no vivimos para nosotras, sino para Él y –como Él- para servir sin descanso a nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados de su consuelo. Por ello, no nos importa –aunque nos cueste- perder algo nuestro, sacrificar nuestra comodidad, nuestros gustos para construir este proyecto que nos hace felices de verdad:
 

“Todo sea para gloria de Dios y bien de los hermanos,

nada para nosotras”


Así solía decir y así vivió la mujer que comenzó en la Iglesia la misma aventura que vivimos hoy nosotras: María Rosa Molas i Vallvé. Ella fundó una familia religiosa de hermanas llamadas y reunidas por Dios para AMAR, para ser instrumentos de misericordia y consolación entre sus hermanos, sin distinción. Ella supo descubrir la necesidad concreta, la más profunda de las personas con las que se cruzó (hermanas, niños, enfermos, ancianos, jóvenes,..) siendo ‘ángel de buen consejo’, ‘amor para llenar vacíos’,... y nos sigue lanzando al escenario de nuestra historia para auscultar noches y sufrimientos.

Ésta es nuestra familia de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación.

En este camino fascinante, vivimos un proceso de formación que dura toda la vida, ya que nunca podremos dejar de prestar esta atención precisa, consciente, serena, intensa a la vida de Dios, a la vida del carisma, al grito de los pobres, a la Iglesia.

Pero al comienzo de esta andadura dedicamos un tiempo esencial a impregnarnos y personalizar la vida, la historia, la espiritualidad de nuestra familia religiosa. Tiempo en el que nos dejamos modelar más conscientemente por Aquél que quiere hacerse presente a través de nosotras para seguir salvando a cada hermano, seguir curando, seguir consolando.

Es el tiempo de la formación inicial: postulantado, noviciado y juniorado.


La formación inicial tiene una importancia vital en la preparación de la persona para su consagración a Dios. De ella depende la comprensión de la propia vocación, la identificación con Cristo en la vida consagrada y la asimilación del carisma y espiritualidad de la Congregación. (Plan general de formación).

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