lunes, 10 de octubre de 2011

“El reino de Dios se parece a un mercader en BUSCA de perlas finas”


Estas palabras se encuentran en el Evangelio según san Mateo, en una de las parábolas explicadas por Jesús. El “Reino de los Cielos”, en el pensamiento de Jesús, significa la plenitud del hombre. Según Jesús, la persona humana sólo consigue dar sentido pleno a su existencia cuando Dios ocupa el centro de su corazón. Para conseguir esta plenitud tiene que haber una actitud básica: buscar. O, mejor dicho, en la vida, sólo quien busca está en camino de la verdadera humanidad. Si no buscas, no eres.

Pero buscar desde la libertad, que hemos recibido de Dios como regalo. La libertad es una fuerza de crecimiento en la verdad y en la bondad que nos hace responsables de nuestros actos. A veces, quizás tienes la sensación que tu libertad no tiene límites. No obstante, en otros momentos quizá te sientas arrastrado por la sociedad. En el fondo, sabes que sólo tú puedes escoger. Por eso es preciso que te plantees estas preguntas: “¿Qué tengo que hacer con mi libertad?; ¿Cómo puedo escoger lo que es bueno entre tantas cosas que se me piden?; ¿Qué es lo mejor para mí?; ¿Cuál es la finalidad última de esta libertad?

Cuando uno se lanza a la búsqueda, parece que nada esté hecho. Pero, en realidad, ya existe una búsqueda por parte de Dios para cada uno de nosotros. Ahora bien, Él respeta tu libertad. Por eso nuestro mundo se parece a un gran mercado donde podemos escoger lo que queremos. ¿Cómo podemos encontrar esta "perla fina" —para seguir con la imagen de la parábola de Jesús— que da sentido a nuestra vida?

En nuestra cultura hay muchos valores, y, muchas veces, nos son presentados como absolutos, es decir, como si hubiesen de ocupar los primeros lugares en la vida y en el corazón de todas las personas. Por ejemplo, el valor de la imagen, del cuerpo, del estar comunicados, la técnica. Pero después, de haber logrado lo que nos pide nuestra sociedad, el vacío aparece en lo más íntimo del corazón. No es difícil ver expresiones de infelicidad en muchos rostros, quizás fruto de dejarse deslumbrar por aquello que promete una felicidad fácil, pero que sólo causa insatisfacción.

También hay muchos jóvenes que han caído o caen en múltiples trampas que reducen la libertad a la nada y deshacen a la persona humana, como el mundo de la droga, que con demasiada frecuencia confunde a los más débiles: intentando disimular las inquietudes, la droga es más bien un camino que lleva al país de la nada.

Acaso perdamos de vista que, en el fondo, lo más importante en nuestra vida es aquello que no se compra ni se vende. Muchos jóvenes os dais cuenta de ello y buscáis algo más: no todo es tener, hace falta ser. Es por eso que descubrís la belleza del compartir, de entregarse, y estáis presentes en los voluntariados, en lugares de recreo con niños, movimientos sociales, políticos, culturales,... Pero, aún así, hay que buscar algo más que dé un sentido lleno a lo que hacéis y a lo que sois.

En esta búsqueda, no siempre es fácil encontrar alguien que nos ayude a poner nombre a todo aquello que nos pasa en nuestro interior. Las espiritualidades orientales, deslumbrantes por aquello que tienen de novedoso y flexible, se muestran fácilmente evasivas de la realidad; las corrientes New Age, a pesar de una aparente espiritualidad llena de corrientes de energía y de armonía, no consiguen romper el círculo del repliegue en uno mismo ni separarnos del vacío. Como dijo el Papa Benedicto XVI a los jóvenes: “La religión que se busca a “la medida de cada uno”, no nos ayuda. Es cómoda, pero en el momento de crisis nos deja a nuestra suerte” (Colonia, 20-VIII-2005). La otra vía es la de las ideologías —antiguas y nuevas— que “proponen” realidades relativas como absolutas, las cuales a corto o a largo plazo fomentan violencia: la de las sectas, que destruyen la personalidad.

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