Dios sigue llamando a cientos de jóvenes a «sus filas», pero el proceso para saber si se tiene o no vocación puede durar años
«Hay tantas vocaciones como personas» se apresura a decir Javier S., religioso, casi antes de comenzar a preguntarle sobre su camino hasta el noviciado. Por eso, cuenta, es complicado establecer unas pautas para conocer si se tiene o no vocación. «Es un proceso que dura toda la vida», apostilla. El Papa Francisco, en sus palabras a los jóvenes de Asís, también les decía que «cada historia es única» y ofrecía una clave para conocer si se está en el camino de la vocación religiosa: «Todas empiezan con un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el corazón y envuelve a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo». «Viví un encuentro personal con Cristo», dice Daniel, religioso marianista y sacerdote, corroborando estas palabras del Pontífice.
Como dice el Papa Francisco, hay unos lugares comunes que comparten las personas que tienen vocación a la vida consagrada en forma de sacerdocio o consagración en una orden o instituto religioso.
Empieza por un inconformismo con la rutina de vida. Surgen las preguntas y la sensación de que no se está haciendo del todo lo deseado. Si un punto hay en común en todas las personas que experimentan estos «síntomas», es la necesidad de compartirlos, de buscar en alguien el consejo y el acompañamiento necesario. «Hablé con un religioso marianista, mi profesor de religión, a quien le confié lo que estaba viviendo. Fue muy prudente y me dijo que debía iniciar un camino de discernimiento», cuenta Daniel.
Javier contactó con un religioso a través de una amiga. «Le dije: "Me gustaría saber cómo vivís"», asegura. Normalmente, son jóvenes que han crecido en un ambiente favorable a la religión o, al menos, han tenido contacto con la fe en algún momento de su vida. Los menos son los casos de personas que conocen la religión, casi espontáneamente, y sienten que tienen que dedicar su vida a ello.
Un punto importante es elegir el lugar en el que encauzar esa «llamada». En España hay 113 congregaciones masculinas y 299 femeninas. Además de clero secular, los sacerdotes diocesanos. Contaba una Hermana pobre de Santa Clara, las populares clarisas, que, aun tratándose de la misma orden religiosa, no es igual ingresar en un convento que en otro. «La llamada es incluso a vivir en una casa, en una determinada comunidad que será tu familia», decía.
Convivencias y retiros vocacionales
Para conocer si es «la familia» y «la casa» adecuadas existen las convivencias o los retiros vocacionales. «Participé en una convivencia vocacional -relata Javier S.-pero me asusté mucho. Supongo que era porque sabía que Dios me llamaba. Si no, no me habría afectado. Si algo no te importa no te afecta». Todo ello forma parte del período de discernimiento, un tiempo en el que se intentan poner, negro sobre blanco, las verdaderas razones de esa vocación.
Javier pasó cuatro meses haciendo este examen de motivaciones ayudado por un religioso. «Es como el que va a coger oro al río. Lleva su criba, la mete en el agua, la agita y lo que queda en ella es el oro. El barro ha caído», apunta. Pero para algunos, el tiempo es mucho mayor, de hasta años. «Antes de entregar tu vida así, por entero, hay que estar muy seguro de que lo que te mueve no es una fantasía, ni un idealismo, ni una huida», sentencia Daniel. Y, por supuesto, está la práctica de la oración y los sacramentos y el servicio a los demás, al fin y al cabo, el que llama es Dios.
Una vez hallado en el lugar y la forma de la vocación llega el momento de dar el siguiente paso: entrar en una comunidad o ingresar en el seminario. En el caso de la vida religiosa, cada orden tiene sus tiempos. Hay noviciados que duran entre dos y cuatro años y después pueden transcurrir otros 3 o 4 hasta realizar los votos perpetuos, es decir, ser definitivamente miembro de la orden y consagrado o consagrada. «El noviciado es la gran prueba, como un desierto donde te ves despojado de lo que te sobra», dice Daniel. En el caso del sacerdocio, hasta que se recibe el ministerio pueden transcurrir entre 6 y 14 años.
Se trata de un período de años, en el que participan muchas personas y en el que se pone en juego algo tan único como la propia existencia. Como afirma Javier «el proceso no es solo tuyo. También es de tu familia y tus amigos», -y resume entre risas-, «sabes que tienes vocación porque no estás como un "pulpo en un garaje"».
maría durán / ciudad del vaticano
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