Sencillez: Desde que era profesor de filosofía y literatura, el «padre Jorge» sabe que los pedestales no sirven para nada. Es mejor acercarse al alumno de igual a igual, a su altura. Como párroco y obispo aprendió a «hablar a los más chicos, y así te entienden también los mayores». Los títulos y los tronos crean barreras innecesarias. Se llama «Francisco» en lugar de «Francisco I». No utiliza como antefirma «P. P.» ni «S. S.». Es un Papa con zapatos negros.
Afecto: Es un vendaval de cariño. Con las personas que conoce y con personas desconocidas, especialmente si son niños, pobres o enfermos. Cada miércoles dedica 45 minutos a recorrer la plaza de San Pedro en el «papamóvil» para que todos puedan verle de cerca. Sonríe, bendice, besa en un despliegue de energía asombroso en un hombre de 76 años con ligera insuficiencia pulmonar y que no hace deporte. Reparte besos y abrazos sin cansarse, especialmente a los enfermos de ELA, Down, etc.
Humildad: Aunque regaló a Benedicto XVI el icono de la «Virgen de la Humildad» recibido de la Iglesia Ortodoxa rusa, lo cierto es que ambos son ejemplo de esa virtud. Joseph Ratzinger fue toda su vida una persona sencilla y sobria, espartana en sus gastos personales. Jorge Bergoglio siempre ha sabido cocinar, lavarse la ropa, tomar el autobús y el metro. Al día siguiente de ser elegido Papa fue a la residencia del clero a recoger su maleta y pagar su factura.
Fortaleza: Cuando despedía a la presidenta brasileña Dilma Roussef, antigua militante y prisionera política durante la dictadura militar, el Papa le dio un consejo de su propia experiencia como rector del Colegio Máximo, provincial de los Jesuitas de Argentina y cardenal arzobispo de Buenos Aires: «Recuerde: fuerte pero con ternura». Siempre ha sido cariñoso con todos pero, al mismo tiempo, «lo que tiene que hacer, lo hace». Sus antiguos colaboradores están seguros de que hará poda y limpieza en la Curia vaticana. Fustiga el «carrerismo» y la hipocresía.
Libertad: Francisco es un hombre libre. No aspira a nada. No le importa lo que digan de él. Desde hace tiempo no se molestaba en responder a calumnias contra su persona sino sólo a tergiversaciones sobre lo que decía en público o en privado. Es un Papa «low cost». No necesita nada. Nunca tuvo coche oficial ni secretarios, tan sólo una agenda. Llama directamente por teléfono a quien quiere. Escribe y habla con libertad pues las críticas le importan un comino.
Colegialidad: Como superior de los jesuitas de Argentina y como arzobispo de Buenos Aires, siempre escuchaba la opinión de los interesados en cada tema y la de sus colaboradores. Pero después decidía solo, asumiendo toda la responsabilidad. Como presidente de la conferencia episcopal argentina, respetaba la opinión colectiva aunque no coincidiese con la suya. Para la reforma de la Curia se apoyará en el trabajo del grupo de ocho cardenales de los cinco continentes y en el Sínodo de Obispos.
Oración: Se levanta a las cinco de la mañana, y hace una hora de oración. Después prepara su homilía y sigue rezando hasta la misa de las siete. Acude muchas veces al sagrario. A última hora de la tarde reza otra hora, «delante del Señor, y a veces me adormilo un poco por el cansancio. Pero Él me comprende. Me consuela pensar que Él me mira. A veces pensamos que debemos pedir, hablar, hablar, hablar…. ¡No! Déjate guiar por el Señor».
Profundidad: El joven perito químico Jorge Bergoglio trabajó en un laboratorio de análisis de alimentos, donde aprendió a realizar con exactitud mediciones y cálculos. Se formó en el noviciado de la Compañía de Jesús, cuando todavía se impartían clases en latín. Es licenciado en Filosofía y en Teología. Fue un gran profesor de filosofía y literatura. Predica y escribe con gran lucidez, vigor y belleza literaria. Es un intelectual que, deliberadamente, omite los razonamientos complicados y presenta las conclusiones con palabras sencillas.
Misión: En la intervención que impresionó a los cardenales antes del Cónclave, Jorge Mario Bergoglio dijo que «la evangelización es la razón de ser de la Iglesia», «llamada a salir de sí misma e ir a las periferias geográficas y existenciales». Les advirtió que «cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, se vuelve autorreferencial y se enferma», cae en el narcisismo. Insiste cada día en que «hay que salir a los caminos, encontrar a la gente».
Coherencia: Desde que era maestro de novicios, su «método» ha sido enseñar con el ejemplo. Acompañaba a sus hermanos jesuitas más jóvenes a alimentar a los cerdos, y cocinaba en la residencia los domingos. En 21 años de obispo visitaba a los sacerdotes en sus casas, les cuidaba cuando estaban enfermos. Dedicaba mucho tiempo a catequesis, confesiones, confirmaciones y primeras comuniones en las parroquias pobres. No pide nada que no haya hecho personalmente antes. Por eso puede exigir. Y exigirá.
Extraído de: ABC
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