Cualquier joven responsable se plantea el futuro de su vida: piensa en
una profesión, si va a fundar una familia, etc.
Un joven cristiano también se plantea la vida, pero preguntándose: ¿Qué
espera Dios de mí? Sabe que Dios quiere la felicidad de cada persona y es capaz
de dársela. Vocación significa "llamada": es lo que Dios está
llamando a cada uno.
Por la fe estamos todos llamados a vivir la vocación cristiana: ser
testigos del amor de Dios en nuestro ambiente, en el trabajo, la familia, etc.
Pero hay tres formas de vivir la vocación cristiana:
La vocación de laicos: Los cristianos que ejercen una profesión, viven
en medio de la sociedad, se casan normalmente, fundan una familia y en todo
tratan de construir el mundo según los planes de Dios.
La vocación sacerdotal: Los cristianos que reciben el sacramento del
Orden para hacer presente a Jesucristo mediante la predicación de la Palabra de
Dios, la celebración de los Sacramentos y el cuidado pastoral de la comunidad
(parroquia, grupos, etc.). Para ello se preparan en el Seminario durante seis
años y ofrecen su vida en una dedicación total, renunciando a constituir una
familia y optando por el celibato consagrado a fin de imitar a Jesucristo y
servir más plenamente a todos.
La vocación de vida consagrada: Consagrar la vida al servicio de Dios y
de los demás, mediante la ofrenda de los tres votos o consejos evangélicos, a
imitación de Jesucristo: la pobreza, la obediencia viviendo en fraternidad y la
virginidad consagrada. Esta consagración se puede vivir de dos maneras:
- Institutos de vida religiosa: Viven en comunidad y son variados, porque cada uno actualiza y se fija en algún aspecto de la vida de Jesús: la oración (los monjes y monjas contemplativos), el servicio a los pobres, la enseñanza, campo Socio-Sanitario, la predicación (religiosos y religiosas de vida activa).
- Institutos seculares: Se parecen a los religiosos en que profesan los consejos evangélicos, pero se parecen a los laicos en que trabajan y viven en medio de la sociedad, sin llevar distintivos, sino distinguiéndose por su entrega y radicalidad evangélica a fin de santificar el trabajo del mundo y las relaciones sociales.
Tanto la vocación sacerdotal como la vida consagrada suponen optar por
el de celibato por el Reino los Cielos. No se renuncia al amor. Se experimenta
el amor de Dios, se le elige a Él como el Amor absoluto de la vida y se ama a
los demás por amor a Dios.
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