sábado, 20 de abril de 2013

El Señor es mi Pastor



   No hay más que un solo pastor, el pastor verdadero, el verdadero porque es bueno. En la alegoría del Evangelista Juan la bondad del pastor no es su misericordia y su indulgencia, como lo piensan con frecuencia los cristianos, que relacionan esta alegoría con la parábola de la oveja perdida. La bondad del verdadero pastor es el cuidado que tiene de sus ovejas; su adhesión a su rebaño le lleva a dar la vida por las ovejas. En contraste con el pastor aparece el servidor remunerado, al que se presenta únicamente para que destaque mejor la solicitud que lleva al pastor hasta la muerte. Fuera del verdadero pastor, nadie llega hasta ahí. Si se hiere al pastor, el rebaño queda desamparado. El servidor remunerado no tiene afecto más que a su salario, no al rebaño. [...]
Las ovejas conocen al pastor, y el pastor conoce a las ovejas. El conocimiento es recíproco. Se trata de un conocimiento de amistad, el cual remite al conocimiento mutuo que tienen entre sí el Padre y el Hijo, del cual no es más que una consecuencia y reflejo. El pastor conoce a su rebaño de manera distinta que el rebaño conoce al pastor. El rebaño conoce a su pastor y le demuestra gratitud porque el pastor ha conocido a sus ovejas escogiéndolas y admitiéndolas en su rebaño. No son ellas quienes han escogido al pastor, sino que el pastor las ha escogido a ellas, las ha cobrado amistad y las ha introducido en su intimidad. Como el Padre conoce a Jesús y le ama enviándole al mundo para ser en él revelación suya, Jesús conoce a sus ovejas, las ama, las escoge. Y como Jesús conoce a su Padre y acepta con gratitud ser revelación suya en el mundo, las verdaderas ovejas conocen también a Jesús, saben lo que pueden esperar de Él y, por Él, del Padre [...].Este conocimiento recíproco alcanza su punto culminante en la muerte de Jesús. Porque en su muerte realiza Jesús de una manera plena lo que el Padre quería hacer conocer al enviarle, y con su muerte igualmente es como sella la elección de las ovejas. Pues no es por un rebaño ya existente por el que Jesús da su vida. No; con su muerte constituye al rebaño. Su muerte es el acto que establece al rebaño, es la base de su unidad; ella es quien da impulso a su crecimiento. [...]

Palabra de Dios (Jn 10,27-30)
En aquel tiempo, dijo Jesús:
- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.
Comentario.
Dios es fiel y jamás desampara a sus siervos

El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción, queridos hermanos, no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.[...]
Hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en auto experiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: [...] El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque, gracias a Dios, la gente nos roba la unción – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja» –esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note–; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús. [...]
Franciscus, Jorge Mario Bergoglio
Jueves Santo,2013
Tomado de: Dad a Dad. http://www.camilos.es/index.php?id=37&no_cache=1
 

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