lunes, 28 de enero de 2013

Oración


NUESTRA VIDA DE ORACIÓN

Hablar sobre la oración es paradójico. ¿Por qué? Jesús habló bien poco de la oración, pero en las narraciones del evangelio vemos que oró mucho. En todo momento elevaba su mirada al Padre para buscar su rastro en los acontecimientos, en las personas, en sí mismo.

ü  Nuestra oración quiere ser un dejarnos en manos de Dios cada vez con mayor confianza, para que sea Él quien guíe nuestros pasos hacia los hermanos.

ü  Nuestra oración quiere ser cada vez más gratuita, no dependiente de lo que encontremos en ella (¿por qué siempre queremos hallar gusto, comprobar que Dios está, o experimentar que la Palabra nos da soluciones?) Como decía S. Francisco: “Dios es, y eso basta”.

ü  Nuestra oración queremos que incida realmente hasta en las más pequeñas decisiones de la vida, invadiendo de los mismos sentimientos de Cristo nuestro pensar, sentir, obrar.

Ya está bien de hablar, y vamos a escuchar momentos de esa oración en algunos ‘compañeros de camino’ de esta aventura apasionante que es hallar a Dios en todas las cosas, de tal manera que vivamos como Mª Rosa Molas: “Sólo deseo que el pobre sea servido y Dios loado”


                       1
   No hay nada más práctico
que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse profundamente
y sin mirar atrás.
Aquello de lo que te enamores,
lo que arrebate tu imaginación,
afectará todo.
Determinará lo que te haga levantar por la mañana,
lo que harás con tus atardeceres,
cómo pases tus fines de semana,
lo que leas,
a quién conozcas,
lo que te rompa el corazón...
y lo que te llene de asombro con alegría y agradecimiento.
Enamórate, permanece enamorado
y esto lo decidirá todo.
 Pedro Arrupe, S. J.

                          2

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, por ello te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma.
Te la entrego con todo el amor de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza. Porque Tú eres mi Padre.
                                                                                                                 Charles de Foucauld


                              3
Tarde te amé
¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
Y por fuera te buscaba;
Y deforme como era,
Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas
Que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:
Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
Exhalaste tu perfume y respiré,
Y suspiro por ti;
Gusté de ti, y siento hambre y sed;
Me tocaste y me abrasé en tu paz.
                                                   San Agustín.

                                  4
LA HUELLA

¿Cuál será la huella
que me lleve hasta tu encuentro?
No quiero vivir errante y vacío
quedándome sólo en tus huellas.

¿Se llamará salud, o enfermedad?
¿Se presentará con el rostro del éxito
o con el cansancio golpeado del fracaso?
¿Será seca como el desierto
o rebosante de vida como el oasis?
¿Brillará con la transparencia del místico
o se apagará en el despojo del oprimido?
¿Caerá sobre mí como golpe de látigo
o se acercará como caricia de ternura?
¿Brotará en comunión con un pueblo festivo
o en mi indecible soledad original?
¿Será la historia brillante de los libros
o el revés oprimido de la trama?

No importa cuál sea el camino
que me conduzca hasta tu encuentro.
No quiero apoderarme de tus huellas
cuando son reflejo fascinante de tu gloria,
ni quiero evadirlas fugitivo
cuando son golpe y angustia.

No importa lo que tarde en abrirse
el misterio que te esconde,
y toda huella tuya me anuncia.
Todo mi viaje llega
al silencio y a la espera
de mi “no saber” más hondo.
Pero “yo sé” que ya estoy en ti
cuando aguardo ante tu puerta.

                                                                                    Benjamín González Buelta

LA PALABRA DE DIOS

La Biblia es la Palabra de Dios. En ella podemos encontrar con seguridad al Dios que buscamos con todo nuestro ser. Sin embargo, no es sencillo entender esta Palabra inmediatamente. Es necesario hacer como María, la madre de Jesús: guardarla en el corazón, meditarla, conocerla, amarla para descubrir la presencia de ese Dios cercano que nos ama con locura y quiere que vivamos con mayúsculas. Es imprescindible dedicar tiempos de nuestro día a desentrañar su mensaje con calma. La Palabra se dirige hoy a mí y me quiere decir algo de parte de Alguien. Te ofrecemos algunos textos de esa Palabra que pueden ayudarte en tus tiempos de oración.

1
El Señor me dirigió la palabra:-Antes de formarte en el vientre te escogí; antes de salir del seno materno te consagré y te nombré profeta de las naciones-.Yo repuse:-¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho-.El Señor me contestó: -No digas que eres un muchacho, que adonde yo te envíe, irás; y dirás lo que yo te mande. No les tengas miedo, pues yo estoy contigo para librarte --oráculo del Señor--.El Señor extendió la mano, me tocó la boca y me dijo: -Mira, yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar-.                                                                    Jer.1, 4-10
2
El niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La Palabra del Señor era rara en aquel tiempo y no abundaban las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse y no podía ver. Aún no se había apagado la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó: -¡Samuel, Samuel!- Y éste respondió: -¡Aquí estoy!- Fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo: -Aquí estoy; vengo porque me has llamado-. Elí respondió: -No te he llamado, vuelve a acostarte-. Samuel fue a acostarse, y el Señor lo llamó otra vez. Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: -Aquí estoy; vengo porque me has llamado-. Elí respondió: -No te he llamado, hijo; vuelve a acostarte-. Samuel no conocía todavía al Señor; aún no se le había revelado la Palabra del Señor. El Señor volvió a llamar por tercera vez. Samuel se levantó y fue a donde estaba Elí, y le dijo: -Aquí estoy; vengo porque me has llamado-. Elí comprendió entonces que era el Señor quien llamaba al niño, y le dijo: -Anda, acuéstate. Y si te llama alguien, dices: Habla, Señor, que tu siervo escucha-. Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y lo llamó como antes: -¡Samuel, Samuel!-. Samuel respondió: -Habla, que tu siervo escucha-.      1Sm. 3, 1-10
3
Jesús los quedó mirando y les dijo:
-          ”Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios”.
Pedro entonces le dijo:
-           Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús le contestó:
-          Os aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.
Iban de camino, subiendo hacia Jerusalén. Jesús iba adelante y ellos se sorprendían; los que seguían iban con miedo. Él reunió otra vez a los Doce y se puso a anunciarles lo que le iba a suceder:
Mc 10, 27-32
4
El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: ---Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. Al oírlo, ella se turbó y discurría qué clase de saludo era aquél. El ángel le dijo: ---No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin. María respondió al ángel: --- ¿Cómo sucederá eso si no convivo con un varón? El ángel le respondió: ---El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te hará sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es imposible para Dios. Respondió María: ---Aquí tienes a la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra. El ángel la dejó y se fue.

Lc 1, 26-38

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario