La fe
no es tanto “creer lo que no se ve” cuanto fiarse plenamente de alguien. Si te
fías de Dios, tienes fe; si te fías del plan que te propone, del estilo de vida
al que te llama, del perdón con que te besa, y del cariño que te brinda,
entonces tienes fe. Si pones tu vida en sus manos, confiando en que quiere lo
mejor para ti y que no hay un camino de mayor felicidad que ése, entonces
tienes fe.
Pero claro, probablemente haya que ser santo para ello. No hay mejor definición de la santidad que ésa: el que se fía totalmente de Dios, por amor. Entonces, ¿Qué podemos hacer nosotros, pobres en amor? Quizá renunciar a tan alta empresa; quizá pedir humildemente esa confianza; quizá fiarnos de personas que se fían; o quizá alzar nuestra mano a Dios, mirarle con cariño, y dejar que nos lleve a dar una vuelta por la vida.
Pero claro, probablemente haya que ser santo para ello. No hay mejor definición de la santidad que ésa: el que se fía totalmente de Dios, por amor. Entonces, ¿Qué podemos hacer nosotros, pobres en amor? Quizá renunciar a tan alta empresa; quizá pedir humildemente esa confianza; quizá fiarnos de personas que se fían; o quizá alzar nuestra mano a Dios, mirarle con cariño, y dejar que nos lleve a dar una vuelta por la vida.
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