Cualquier
persona dentro de nuestra sociedad necesita formarse, no sólo en sentido
académico, sino más aún, en un plano más personal o profundo. Se trata de “adquirir
progresivamente la forma” que nos haga hombres y mujeres plenos y libres,
personas coherentes con los principios que defendemos, entregados a aquello
que, a cada uno, nos ha robado el corazón.
Para una hermana de la Consolación esa forma
es Cristo (como para cualquier cristiano), pero más concretamente, Cristo
consuelo y esperanza de los pobres, de los marginados, de “cualesquiera necesitados”. Ir
adquiriendo esta forma (“configurarnos”) es
tarea de toda la vida, de toda nuestra vida consagrada. Sin embargo, en el
noviciado vivimos ese espacio y momento reservado exclusivamente para que la persona
vaya tomando Su forma, la de Cristo.
La oración,
cómo no, es una de las principales herramientas para ello, pero además son
necesarios otros “recursos”. El estudio, reflexión, puesta en común y oración
de las Constituciones de la
Congregación constituye la base de la formación del tiempo de
noviciado. En Ellas, está recogido el estilo de vida de una hermana de la Consolación , la
esencia de los votos de castidad, pobreza y obediencia según nuestro Carisma,
nuestra vida fraterna, de oración, nuestro apostolado como servicio concreto a
Dios y nuestros hermanos, y la organización del gobierno de nuestra familia
religiosa para mejor buscar y hallar la voluntad de Dios. Uno de los mayores
gozos es ir descubriéndose a una misma en esas palabras, poder encarnarlas en
la propia vida, como si, desde siempre, estuvieran hechas para ti.
Tenemos la gran suerte de poder
completar la formación con distintos cursos impartidos por algunas hermanas,
clases en la facultad de Teología, especialmente en materia de Teología
Bíblica, Fundamental y Ético-Social, además de lo que familiarmente llamamos
Inter (intercongregacional): encuentros semanales con otros jóvenes en
formación de las diferentes Congregaciones y Ordenes religiosas con los que
recibimos clases de diversas materias, siempre enfocadas a la vida religiosa:
liturgia, Consejos evangélicos, lectura vocacional de la Palabra de Dios,
valoración de la realidad desde la fe para fomentar nuestro compromiso,
psicología. No sólo son formativas las clases, sino que el ambiente y el
compartir fraterno son especialmente enriquecedores.
Por supuesto, no hay que
olvidar que el día a día de la vida comunitaria, el aprender de las hermanas y
de cualquier circunstancia completa ese proceso continuo que es ir adquiriendo
la forma de Cristo, para entregar la vida como Él, por amor.
Imagen: cedida por: Iñaki de Erostegui
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