El
primer paso para ello es querer conocer decididamente la Voluntad de Dios y vivir
lo que Él ha preparado para ti. Cuando esto ocurre en el interior de una
persona, ésta siente la necesidad de encontrar y descubrir “su sitio”.
Por
eso, toda persona necesita realizar un discernimiento para elegir correctamente
y así vivir ese estado de vida como verdadera vocación, no como algo que hace
porque es lo que todo el mundo hace o porque le llama la atención.
Deben
estar claras las motivaciones y para eso se necesita preguntarse a uno mismo/a,
orarlo con Dios y escuchar lo que Él nos tiene que decir (que es mucho), y
dejarnos acompañar por una persona que nos ayude a ir descubriendo las
‘señales’ de Dios en nuestra vida, que nos van a orientar poco a poco a
descubrir y vivir nuestra propia vocación.
Discernir
implica: observar bien la realidad, las posibles opciones, sopesar las
circunstancias, analizarlas con cuidado, dejándose ayudar, y cuando ya
entreveamos nuestra decisión con la suficiente serenidad y a la luz de la Palabra … arriesgarse.
Hay
que conocerse y, sobre todo, conocerle, para después ir hacia donde Él nos
invite sin echar la vista atrás. La elección comporta riesgo, pero no ceguera.
Por eso es importante ver claro (que
no es igual que buscar seguridades absolutas porque esto te llevaría a una
indecisión continua) y ver el fundamento que te dé luz. A eso, precisamente, te
ayuda el discernimiento.
Entonces…
“¿qué hago?, ¿cómo empiezo?”
Pues
si crees que es el momento de tomar las riendas de tu vida, dejándote guiar por
Dios… es tu momento, es momento de discernir.
-
Respira, ante todo, respira.
-
Escucha atentamente esa inquietud que
tienes desde hace algún tiempo y la necesidad de encontrar tu sitio, de tomar
en tus manos el Proyecto de Dios.
-
Busca a alguien que pueda acompañarte:
alguien en quien confíes, cuya vida sea coherente para ti y de quien sepas que
sólo quiere que seas feliz, que encuentres tu sitio. Esa persona te orientará
en la oración y en las lecturas que pueden darte luz y, sobre todo, estará
contigo escuchándote, simplemente, para que todo lo que viene del Espíritu (y
que tú incluso ni lo sabías) salga de tu boca, distinguiendo entre lo que puede
ser Su Voz y esas “cosas tuyas” o ruidos del ambiente que a veces te confunden.
Este
acompañamiento te aclarará muchas cosas, pero no creas que tu acompañante te va
a decir lo que debes hacer… Sólo te ayudará a que tú mismo/a lo descubras
delante de Dios, mirando a Jesucristo.
Aunque
la vocación se continúa descubriendo y discerniendo cada día, el discernimiento
tiene un objetivo concreto y dura un tiempo determinado. No se puede acelerar
ni alargar eternamente. Una vez realizado hay que dar el salto, arriesgarse sin
saber exactamente lo que después de tomar nuestra opción nos espera, pero con
la confianza de que es ahí hacia donde tienes que orientar tu vida entera.
Confía: no estás solo/a.
Coge
impulso y… ¡adelante!
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