sábado, 4 de febrero de 2012

¿Quién dice la gente que soy yo?

¿Qué piensa hoy la gente de Jesús? ¿Qué piensa la gente de la religión? Hubo muchos que profetizaron la muerte de Dios y el fin de la religión: no ha sido así. La religión no ha muerto, pero sí se ha transformado. ¿Cuáles son los rasgos fundamentales de esta transformación?

Ha habido un proceso de secularización. Lo religioso cuenta cada vez menos en la vida. A la hora de buscar trabajo, cuando pagamos los impuestos, en nuestras relaciones personales,... Dios no parece influir mucho en el día a día de nuestras vidas. En la misma cosmovisión, en la comprensión que tenemos del mundo, de la historia, de las cosas que nos suceden, también va desapareciendo Dios poco a poco.

También podemos presenciar un proceso de desinstitucionalización. Desde siempre se ha creído en Dios en el seno de una comunidad creyente. Siempre se ha pensado que para acceder al ámbito de lo divino eran necesarias las mediaciones: templos, sacerdotes... Hoy, se piensa que la fe religiosa no tiene nada que ver con ninguna institución mediadora: los sacerdotes no serían necesarios para confesarse, los sacramentos no son necesarios para relacionarnos con Dios, la Iglesia no es un requisito indispensable para el cristianismo. Aquello de “Cristo sí, la Iglesia no”.

En consecuencia, se vive una religión reducida al ámbito de lo privado y que depende absolutamente del individuo. La fe es una cuestión individual, que cada uno ha de vivir a su manera. Existen tantos cristianismos, o tantas religiones, como personas. Existen tantos dioses como individuos. ¿Quién es la Iglesia para imponerme unos dogmas? Cada uno se construye su propio “credo”, tomando los elementos más dispares. Así, tenemos gente que se considera cristiano y cree en la reencarnación. Gente que no cree en la resurrección de los muertos, que no cree que Jesucristo sea Dios. Y estas personas pueden llegar a enfadarse si les dices que no son cristianos. En definitiva, ¿qué es ser cristiano?

Dentro de las vivencias del individuo, lo religioso se va reduciendo a las dimensiones más afectivas de la persona. La religión es, fundamentalmente, sentir. Practicar la religión va perdiendo cada vez más puntos en nuestra sociedad. Y no digamos el creer en unas verdades: eso son teorías que de nada sirven. Lo importante es sentir a Dios, sentirme a gusto conmigo mismo... “Lo que no se siente, no existe”. “Lo que no me hace sentir bien no lo necesito”.

No es el ateísmo –negación de la existencia de Dios– lo que más ha crecido en nuestra sociedad, sino el agnosticismo –no sabemos si Dios existe. O, mejor, la indiferencia religiosa: no nos interesa si Dios existe.

Acompañamiento, Emaus.

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