El oso y la monja:
Se me pidió hablaros sobre "qué sentido tiene hoy la vida religiosa". La pregunta se impone con urgencia a los religiosos hoy porque muchos de entre nosotros se preguntan si el modo de vida, con el que estamos comprometidos, tiene el menor sentido. Hay menos vocaciones que antes en Europa Occidental; en Francia muchas Congregaciones disminuyen y algunas mueren; ser religioso hoy no aporta ya el mismo estatus ni el respeto que suscitaba.
1. A la búsqueda de una historia
Nos parece haber perdido nuestro papel en la Iglesia que parece convertirse en algo más clerical, y haber perdido, también, nuestra importancia en una sociedad donde los laicos hacen ahora tantas cosas realizadas antes, en gran parte, por los religiosos. Con el nuevo sentido de la santidad del matrimonio, nuestro modo de vida ya no se considera más perfecto que los otros. Es comprensible, pues, que muchos religiosos se pregunten: ¿Qué sentido tiene hoy la vida religiosa?"
En esta situación sería natural intentar encontrar el sentido de la vida religiosa en algo que nos es peculiar, algo que hacemos nosotros y que nadie más hace, algo que nos dé nuestro puesto especial, nuestra identidad específica. Somos como herreros en un mundo de automóviles a la búsqueda de un nuevo papel. Tengo la sensación de que ésta es una de las razones por las cuales nosotros, religiosos, con frecuencia hablamos con ardor de nosotros mismos como profetas. Decimos ser la parte profética de la vida de la Iglesia, ¡pero no como solución a nuestra crisis de identidad! Me gustaría, más bien, salir a otras partes a conocer el sentido de la crisis que atraviesa la sociedad occidental. Creo que la vida religiosa es más importante que antes y esto por la manera en que somos llamados a afrontar la crisis de sentido de nuestros contemporáneos. Nuestra vida debe ser una respuesta a la pregunta: "¿Qué sentido tiene hoy la vida humana?". Quizá éste haya sido siempre el testimonio primero de la vida religiosa.
Cómo se puede empezar a reflexionar en una cuestión tan amplia como la crisis contemporánea de sentido. Para decir algo que sea apropiado, sería necesario haber estudiado libros sobre lo modernidad y la postmodernidad. No los he leído. Mi excusa es que, viviendo en la carretera, no he tenido tiempo. Pero la verdad es que, si tuviera que leer estos libros, probablemente tampoco los comprendería. Están escritos principalmente para franceses inteligentes y ¡superan la comprensión de un inglés! Intentaré, por el contrario, un acercamiento más sencillo. Me gustaría proponeros el contraste entre dos imágenes, dos historias implícitas de la vida humana.
Toda cultura tiene necesidad de historias para encarnar la comprensión de lo que significa ser un ser humano, de lo que es un modelo de vida. Tenemos necesidad de historias que nos digan quiénes somos y a dónde vamos. Cuando una sociedad vive una crisis de sentido, uno de los síntomas es que las historias contadas por esta sociedad no dan ya sentido a nuestra experiencia. Ya no se adaptan. Cuando una sociedad atraviesa un momento de cambio profundo, entonces tiene necesidad de un nuevo tipo de historias que den sentido a su vida.
Mostraré que la crisis fundamental del sentido en nuestra sociedad es que la historia subyacente en la cultura europea, desde hace varios siglos, no tiene ya sentido. Es una historia de progreso, de supervivencia del más adaptado, del triunfo del más fuerte. El héroe de esta historia es el yo moderno. Él (generalmente es un hombre) está solo y está libre. Es la historia implícita de nuestras novelas, de nuestras películas, de nuestra filosofía, de nuestra economía y de nuestra política. Pero ha cesado de dar sentido a nuestra experiencia. Tomaré como símbolo de esta historia el cartel de un oso que, con bastante frecuencia, he visto en las paredes de Roma.
Así somos nosotros: una sociedad hambrienta de una nueva historia que dé algún sentido a nuestra identidad. Creo que el sentido de la vida religiosa consiste en responder a esta pregunta: "¿Qué sentido tiene hoy la vida humana?". La gente debe poder reconocer en nuestras vidas una invitación a ser, de una forma nueva, un ser humano. El símbolo de esta otra historia será para mí una monja cantando en las tinieblas de la noche junto al cirio pascual.
Deseo, pues, ofreceros este contraste entre dos imágenes, dos historias: la de un oso y una monja. Me gustaría ponerlos en contraposición considerando los tres elementos necesarios en toda narración: una historia que evoluciona en el tiempo; los acontecimientos que hacen avanzar la historia y los actores. Si nuestros contemporáneos se sienten perdidos y desorientados, hambrientos de sentido, es porque las historias modernas no dan ya sentido a nuestra experiencia del tiempo, de los acontecimientos y de lo que significa ser una persona. Nosotros, religiosos, deberíamos encarnar otra manera de estar en la vida.
Fr. Timothy Radcliffe, O.P.
1 comentario:
14) La perdida de la vida religiosa, el hombre tiene una vida vacía sin ideales y se
enferma psíquicamente, convierte el Amor en egoísmo y odio entre ellos: La
religión que es capaz de regalar y mantener la Fe de un hombre, llenando así su vida y
aportándole felicidad, además de esto tiene otra ventaja, la de establecer una idéelo-
guía común para sus sociedades,que sirve como base e “infraestructura” para todas sus
actividades, que sólo de esta manera podría ser entendida en un conjunto para el bien-
estar común. El grado de bienestar, naturalmente está directamente relacionado con el
valor de la ideología de cada religión, que a su vez depende del grado de la Verdad qu
posee sobre la Existencia.
Ninguna de las religiones existentes cumplen hoy su misión, la de presentar la Vedad
de sus doctrinas de una manera convincente y de crear una ideología común y una Fe
viva entre sus seguidores. La causa de este desgracia es que la formación cultural del
hombre contemporáneo es muy diferente a la de los hombres en que nacieron estas
Religiones, y la interpretación de la filosofía básica de su fundador ya no es adecuada.
Para restablecer la Fe y la ideología común en nuestras sociedades, tenemos que actu-
alisar las interpretaciones de la subyacente Verdad de cada Religión según las circun-
stancias socioculturales de cada civilización.
15) Desi
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