domingo, 31 de julio de 2011

Derrochando Vida



¿Cuándo logramos desplegar lo mejor de uno mismo? Hay experiencias que son como auténticos regalos, que de forma sorprendente e inesperada, nos permiten descubrirnos, más allá de nuestras propias contradicciones y debilidades, seres profundamente amados.
Dios es así. Se nos regala. Su paciencia y compasión, hacen de nuestra propia fragilidad, una oportunidad de experimentar esa bondad derramada, y a la vez, ser reflejo de una forma de situarse en el mundo, apostando por lo más débil.
Cuando uno se siente valorado, aceptado tal y como es, cuando uno siente la necesidad de no ocultar nada, ante quien sabe que le ama, se despiertan dinamismos internos que nos llevan a ofrecernos a los demás. La gratuidad y el servicio forman parte de ese dinamismo interno.
En Jesús podemos descubrir una forma de mirar y acercarnos al mundo, a las personas que nos rodean, y a nosotros mismos. Sus gestos, su palabras, sus opciones, nos recuerdan una realidad básica de nuestra existencia, somos seres amados, Dios no es indiferente a nuestras heridas y alegrías, y solo espera de nosotros que correspondamos, siendo bendición para quienes nos acompañan en el camino de la vida, los hombres, nuestros hermanos.
Que nuestras vidas, con sus cojeras, sean sorpresa, regalo, y bendición (decir-bien- de -ti) para quienes nos rodean. Que Tu paciencia sea mi paciencia, y que Tu compasión despierte, en cada uno, la pasión por quienes más nos necesitan. Gracias, tenemos mucho que ofrecer.

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