(Tomado del libro Hacerse a la mar, de Ciudad Nueva).- Navigare necesse est: no hay alternativa. Hay que hacerse a la mar. El capitán ha gritado claramente: Duc in altum, suponiendo que estamos listos para empezar la travesía. La brújula ha sido ajustada en la dirección exacta de Aquel que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».
Ahora todos y cada uno de nosotros debe ir a cumplir la tarea que en la navegación le ha sido encomendada. Un gran escritor portugués, Pessoa, preguntaba a sus alumnos en la universidad de Coimbra: «¿Para qué sirve un barco?», y sus alumnos, con un gran optimismo, le contestaron: «Para navegar». Pessoa, el gran pensador, los recriminó: «Eso es falso; un barco no sirve para navegar sino para conducir a los pasajeros y a la tripulación a buen puerto».
Y eso es cierto, y nosotros sabemos muy bien que con los valores exhibidos en los banderines que distinguen nuestra nave y nuestro viaje habremos de llegar a ese puerto prometido de «justicia, de amor y de paz» del que nos habla la «Buena Nueva» del Señor Jesucristo.
Todos nosotros estamos convocados a crear espacios para que fructifique «la civilización del amor». Todos nosotros tenemos el compromiso de «ser constructores de una Nueva Sociedad». Y yo vengo aquí, ante ustedes, hermanas y hermanos líderes en la pastoral social, a repetirles la orden que impartió, para todos los que creen en nuestros valores, el siervo de Dios Juan Pablo II: Duc in altum. No podemos postergar más tiempo el viaje; es la hora de los riesgos pero también es la hora del coraje; es el momento de los compromisos y de los testimonios.
No hay alternativa: es preciso comenzar a construir la historia. Es una fuente, es una actitud que me hace forjar proyectos. Esperar no es aguardar; es forjar. El futuro no nace: se hace. Hay que forjarlo, fraguarlo. Es una virtud. Es una fuerza.
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