lunes, 24 de junio de 2013

¿Quién es Jesús?

La pregunta de Jesús en el evangelio de hoy no ha dejado de resonar desde que él la pronunciara hace dos mil años: "¿quién dice la gente que soy yo?" Un modo sencillo de comprobar su actualidad es ir a las librerías y descubrir cómo casi cualquier cosa que se escriba sobre Jesús despierta interés, así se trate de colecciones de obras serias de teología o de literatura fantástica como el «Código Da Vinci» La diversidad de respuestas sugiere la inmensa riqueza interior del misterio de Cristo: revolucionario, reformador social, profeta notable, poeta, taumaturgo, líder fascinante, amigo fiel, modelo de oración y vida espiritual, etc. En él vemos cumplidas las promesas del Antiguo Testamento y en él descansan nuestras más hondas y legítimas aspiraciones. Hacia él miran las antiguas profecías y en él tienen un espejo los políticos y dignatarios. Su lenguaje y su vida lo hacen cercano a todos, de modo que todos (pequeños y grandes) entienden sus palabras. En su vida se armonizan cosas que en ocasiones en las nuestras no logramos (belleza y vigor, autoridad y humildad, cercanía y solemnidad, santidad y compasión, pureza y amistad con pecadores, ternura y fortaleza…etc. En consecuencia, para quienes lo seguimos, Jesús es la gran respuesta y la gran pregunta. Capaz de cuestionar nuestras seguridades y a la vez de curar nuestros miedos. Es sacerdote y víctima del sacrificio a la vez. Reina desnudo y escarnecido. Trae la salud pero ha sido herido; es fuente de vida y acepta morir a manos de criminales; es elocuente incluso cuando calla y muere proclamando su propia victoria. Su vida es un océano de amor y de luz; su misterio es fascinante, inagotable y fecundo.
«Es necesario que sufra»
 
Tal vez la parte más compleja del misterio de Jesucristo se resume en esas palabras de hoy: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas." ¿Por qué "necesario"? ¿Por qué esa cruz espantosa, ese dolor? ¿Por qué tanto dolor a veces en nuestras vidas? La primera lectura, del profeta Zacarías, nos da una clave: «Ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza; harán duelo como se hace duelo por el hijo único, y llorarán por él amargamente como se llora por la muerte del primogénito». La tragedia de Cristo es también parte de su lenguaje y lo que quiere enviarnos como mensaje, de aquello que siempre nos hemos negado a ver: el rostro del pecado.
«Hazme una cruz sencilla carpintero,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos.
Los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno que distraiga
este gesto, este elemento humano
de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla, más sencilla,
hazme una cruz sencilla carpintero» (León Felipe).
 
La cruz es una respuesta insólita a nuestra doble tragedia, la de ser pecadores y la de padecer las consecuencias del pecado. Esa respuesta brota de sus llagas en sangre de piedad, perdón y reconciliación. El Resucitado va delante de nosotros como pastor misericordioso que se ha entregado por nosotros para que tengamos vida y vida en abundancia.
José Luis Guzón, sdb
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario