miércoles, 5 de diciembre de 2012

ADVIENTO: TIEMPO DE LA “ACOGIDA”


1.1.  ¿QUÉ ES “ACOGER”?


     Según el diccionario ACOGER es:

-Dicho de una persona: Admitir en su casa o compañía a alguien

-Servir de refugio o albergue a alguien.

-Admitir, aceptar, aprobar

-Recibir con un sentimiento o manifestación “especial” la aparición de personas o de hechos.

     Yo me quedaría para el adviento con ésta última, que invita a:

* Cambiar interiormente, a prepararse, porque dice: “recibir con un sentimiento especial”

* Recibir “personas y hechos”

     Está claro que acoger, pues , implica “cambiar de planes”, “ensanchar el corazón” a lo nuevo que viene, rompiendo la rutina que nos hace dormirnos en la seguridad de nuestra casa, donde nos sentimos protegidos y tranquilos.

     Sin embargo, el mismo Señor tuvo la experiencia de no ser acogido ya desde antes de nacer (Lc.2,7) y “vino a los suyos y no lo recibieron” ¨(Jn. 1, 9ss).

Vamos a recordar la escena:
Lectura del Evangelio según San Lucas
Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
 

REFLEXIÓN:

Interpelación al Posadero de Belén
 
     Estimado propietario de la posada de Belén: Seguro que no supiste lo que hacías, o que estabas demasiado cansado ese día, o tal vez estabas enfadado por algo…Claro, no podías adivinar que el Mesías llamaba a la puerta de tu humilde posada. Te hubieras vuelto loco. Pero abriste y resultó que se trataba de una familia vulgar, unos galileos pueblerinos, una mujer a punto de dar a luz. Seguro que no había sitio para ellos en tu posada; sobre todo para ellos, extranjeros, que no tenían pinta de poder pagarte y encima ella embarazada. Eran los días del censo y había que tener influencia para encontrar algún acomodo. En fin, que cerraste la puerta aquella familia, que parecían gente buena, pero que no dejaban de ser pobres y forasteros.
     La verdad es que cuando los viste resignarse…algo se conmovió dentro de ti, y estuviste a punto de dejarles un rincón, allí, junto a las caballerizas. Pero aquello iba a ser un engorro, y desviaste la mirada compasiva. Claro, que no te fue fácil olvidar. En tu subconsciente no dejabas de recordar la mirada suplicante de los jóvenes esposos y por algún tiempo tuviste pesadillas y malos sueños.
     Nunca llegaste a saber la importancia y las consecuencias de tu negativa. No supiste lo que hacías. Rechazaste la luz y la gloria y te quedaste con tus ganancias y tus miserias. Podías haber convertido tu posada en uno de los puntos más sagrados de la tierra, y tú mismo serías para siempre una de las figuras más simpáticas de nuestros belenes. Perdiste la oportunidad y te hundiste en el olvido y en el desprecio.
     Diste, además, un mal ejemplo. Muchos, después de ti aprendieron a cerrar las puertas al Mesías, que no deja de llamar con insistencia. Has llegado a ser icono de los egoístas, que cierran sus casas y sus haciendas, o sus aduanas y fronteras.
     Y , sin embargo, te comprendemos. Nosotros no somos mejores que tú cuando llama a nuestras puertas “el Mesías”, Dios hecho hombre en el extranjero, en la hermana de comunidad, en la persona que llama a las puertas de nuestro corazón pidiendo “posada”.
 

     Estos relatos pueden ayudarnos a revisarnos personal y comunitariamente, viendo que lo contrario de Acoger es: Rechazar, negar, rehusar, desamparar, abandonar,…

     Así que no es tan fácil dar cabida en nuestra, casa, en nuestro corazón, en nuestra vida “al que viene”.Por eso:

1.2.  PARA “ACOGER” BIEN, PARA DAR LA “BIEN-VENIDA” HAY QUE:

  • ESTAR “PREPARADO” Y “DESPROGRAMARSE”
     Porque a veces Dios viene “sin avisar”, como leemos el 1º Domingo de Adviento

“En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe….Así que permaneced despiertos, porque no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa… ¡Que no venga de repente y os encuentre durmiendo!.... ¡Permaneced despiertos!” (Mc.32-37)
 

Viene sin avisar, a primera hora, cuando no estamos espabilados todavía, cuando estamos  recordando lo que tenemos que hacer en este día,…también puede llamar (y casi siempre pasa) cuando estamos enfrascados en una tarea, en una conversación,…cuando “no tenemos tiempo”; o también puede llamar a última hora , después de todo lo que nos ha pasado a lo largo del día, cuando estamos cansados, y para mí suele ser la mejor hora,…porque no me queda más que dejarlo todo en sus manos y agradecerle su presencia constante.

También puede venir como viento o como brisa, como amigo o como pobre, como enfermo o como hermana de  comunidad. Pero SIEMPRE viene como REGALO Y COMO DON.
 
Dios es un gran “despertador”, y cuando toca el timbre nos abre los ojos, nos sacude la modorra, y estimula nuestra desgana, nos saca de nuestras costumbres, de nuestra monotonía…para hacerse el dueño de nuestra vida. Y casi siempre llama sin previo aviso, como suceden también las cosas importantes. Los encuentros más provechosos a veces son imprevistos y la visitas más gratificantes suelen ser inesperadas por eso hay que espabilarse enseguida aunque a veces vivamos adormilados, ocupados y preocupados.

Claro que, el que viene en Navidad es alguien a quien ya conocemos un poco ¿no?, lo que pasa es que a veces el mismo Dios que se nos dio a conocer personalmente, como a María, ve desplazado su sitio central en nuestra casa, porque la vamos llenando de otras cosas, personas, acontecimientos,…y se nos olvida que Él viene a cada momento en las personas, en los acontecimientos...

*¿Acogemos igual a alguien conocido, querido, que a alguien que trastoca nuestros planes porque viene a pedirnos ayuda, o que no conocemos y nos quita nuestro tiempo…?

Por eso también el 2º Domingo de Adviento las dos lecturas y el evangelio siguen insistiendo en que estemos preparados, para “facilitar” el camino al  que llega:

Preparad al Señor un camino en el desierto, trazad para nuestro dios una calzada recte en la región estéril. Rellenad todas las cañadas, allanad los cerros y colinas, convertid la región quebrada y montañosa en llanura totalmente lisa. Entonces mostrará el Señor su gloria, y todos los hombres juntos la verán.” (Is. 40,1-5)

Habla el plural: preparad, allanad,…. Todos los hombres juntos la verán. ¡En comunidad! Parece que siempre tendemos a prepararnos individualmente, pero Tb. La 2ª lectura habla de ello:

El Señor…”tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie muera, sino que TODOS  se vuelvan a Dios. Pero el día del Señor vendrá como un ladrón…..Por eso…haced todo lo posible para que Dios os encuentre en paz” (“Pe.3, 9b-14)

Y tb. En el Evangelio Juan nos habla en plural:

“Una voz grita EN EL DESIERTO: ¡PREPARAD el camino al Señor, abridle un camino recto!” (Jn.1,3)

  • PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL:
  • Medita sobre los verbos de estas lecturas “en plural”
  • ¿Preparamos el camino al que llega “en comunidad”? ¿Cómo podríamos hacerlo?
Preparamos el camino ¿Dónde?

¡En el desierto! Sorprende que Juan quisiera preparar los caminos del Mesías en el desierto. Podía haber empezado por la sinagoga o el templo, pero no quería exigir oraciones ni ofrendas, ni quería dar lecciones de Escritura o Teología, Juan lo que pedía era una conversión radical. Para eso, el desierto y el río eran los lugares apropiados. En el desierto Juan gritaba la necesidad de volver a empezar, renovar la fe y el amor de los primeros tiempos.

  • ESPERAR CON GUSTO
Pero hace falta nuestro DESEO de que venga, porque como ya sabemos quien viene, lo que exige en nuestra vida, podemos estar algo reticentes… O como “ya nos sabemos la película”, no esperamos  en actitud de dejarnos sorprender (no es la misma actitud de espera la de esperar cada día al sacerdote para la misa, que la actitud de esperar a una hermana que hace mucho que no veo y nos vamos a pasar la tarde,…). Pero igual que en un amigo siempre descubrimos algo nuevo, mucho más es Dios que es infinitamente más sorprendente.

*PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL: ¿Cómo es mi actitud de ESPERA?

Leemos este texto de Martín Descalzo sobre “los que esperan”:

 "Yo prefiero y preferiré siempre a los que sueñan, aunque se equivoquen, a los que esperan, aunque a veces falle su esperanza. A los que apuestan por la utopía, aunque luego se queden a medio camino. Apuesto por los que no se resignan a que el mundo sea como es, los que confían que el mundo puede y debe cambiar... los que creen que la felicidad vendrá tal vez mañana... tal vez esta misma noche... Prefiero a los que no hacen caso al pesimismo que todos arrastramos, y que no nos deja ver más allá de nuestras narices... Prefiero a los que, como niños, saben ver el cielo estrellado y nuevo cada noche... los que como los niños, creen en el Reino de los Cielos, porque sólo de los que esperan, será el Reino de la felicidad. Y así lo espero" (J.Luis Martín Descalzo).

  • OFRECER LO MEJOR AL “HUÉSPED
     JUAN es nuestro ejemplo en este aspecto, espabilándonos para quitarnos el afán de protagonismo. Así lo leeremos en el 3º Domingo de Adviento:

“Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz.
Los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a Juan, a preguntarle quien era. Y él confesó claramente:
-Yo no soy el Mesías.
Le volvieron a preguntar: ¿Quién eres, pues? ¿El profeta Elías?
Juan dijo: No lo soy.
Ellos insistieron:
Entonces, ¿eres el profeta que había de venir?
Contestó: No.
Le dijeron: ¿Quién eres, pues? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué puedes decirnos acerca de ti mismo?
-Yo soy, como dijo el profeta Isaías: Una voz que grita en el desierto:¡Abrid un camino recto para el Señor!”.
(Jn. 1, 6-8 ; 19-23)
 

YO “NO SOY” O LA ALEGRÍA DE LA HUMILDAD

Juan se sabe “tocado” por Jesús ya desde el vientre de su madre, y elegido por Dios para facilitar el camino de acogida al que viene y es más importante que él.

Es limpio de corazón y dice la verdad: Yo no soy el Mesías. Aunque podría haber aprovechado para hacerse pasar por él, ya que muchos ya lo creían, pero era una tentación de poder en la que no cayó; Yo no soy Elías , aunque en muchas cosas se parecía a él: defendía la verdadera caridad y la justicia, fue perseguido hasta la muerte, etc.; también reconoce que :Yo no soy “el Profeta”, pero sí es un profeta porque su palabra llega a todo el mundo, desde el pueblo sencillo pasando por los militares y dirigentes hasta el rey Herodes. Y es una palabra de esperanza porque asegura que el Mesías le pisa los talones.

De él tendríamos que aprender que nuestra función como cristianos y como personas consagradas es mostrarles “al que habita dentro de nosotros”, que es el importante.

*PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL: ¿De verdad descubren a Jesucristo dentro de nosotros, dentro de nuestra casa, las personas a las que abrimos la puerta?
Nuestra función, como la de Juan, es “estar al servicio del que nos llamó”:
 
YO “SOY” O LA ALEGRÍA DE ESTAR AL SERVICIO DE CRISTO

Yo soy la voz. Juan no es la Palabra pero no se calla, va gritando palabras sorprendentes, palabras que espabilan, palabras que llevan a la verdad. Es “el portero” de la casa, que abre al que viene, le anuncia quién está dentro y luego desaparece. Su función es señalar “al dueño de la casa”.

Yo soy testigo de la luz, porque la ha visto y porque ha sentido el fuego del Espíritu, pero él no es ni la luz ni el fuego, por eso bautiza con agua, pero señala al que bautizará con Espíritu Santo.

Yo soy el amigo del novio, pero no es el novio.

Yo soy el precursor, esa es su identidad y misión, que él asume con gozo que no es el protagonista, sino su servidor

  • PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO
     Acoger al abrirle espacio a mi prójimo. Mejor dicho: reconocer que él tiene derecho a ese espacio. Por consiguiente, lo contrario de “acoger” no es exactamente “rechazar”, sino “negarse a reconocer el espacio del otro en mí”, esto es, creer que todo el espacio es mío.

     Acoger, pues, supone siempre perder algo de mí para ganar algo de mi prójimo.

     Pero hay que ir más allá: él empieza a ser prójimo cuando lo admito cerca, cuando le abro mi proximidad, cuando lo acojo. La consecuencia se sigue: tienes tantos hermanos como acogidos y tantas soledades como indiferencias.

     Acoger suele causarnos temor, por tres motivos. Primero, porque le duele a nuestro egoísmo; segundo, porque desconfiamos de lo desconocido; tercero, porque después de que alguien llega a esa vida nunca vuelve a ser la misma.

     Aprender a acoger empieza cuando nos sabemos acogidos todos por Dios en Cristo (Rom.14,3); aprender a acoger termina cuando admitimos a la mesa de nuestros afectos incluso al traidor y al enemigo. Lo demás no son más que “palabras”

 * Os invito a que hagáis el ejercicio de revivir interiormente las ocasiones en que os habéis sentido acogidos: por Dios, por el perdón recibido, por un/a hermano/a de comunidad, por un amigo,…

     Seguidamente, pensad en los pobres, en los que llegan sin nada, con lo puesto,…igual no podemos “ponernos en su lugar” porque nunca hemos pasado por la misma situación, pero siempre podremos “acogerlos” y transmitirles que Dios les quiere…a través de nosotros.

2.- MARIA, MODELO DE ACOGIDA DE LA GRACIA

(Vita Consegrata 28)

     2.1. DIOS ENTRA A SU CASA “SIN LLAMAR”:

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David: la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios….” (Lc.1, 26-38)

Al corazón de María, Dios entró sin avisar, pero si ella no lo hubiera acogido nada ni en su vida ni en el mundo hubiera cambiado. Si, como ella acogemos Su palabra y le dejamos que nos evangelice en todas las dimensiones de nuestra vida, experimentaremos que también en nosotros se va realizando su plan de salvación. Pero dejarle entrar y que ocupe nuestra intimidad implica que desde ese momento todas nuestras decisiones personales y apostólicas estarán condicionadas por ese amor que nos ha ocupado del todo interiormente.

A partir de entonces nuestro amor será “inclusivo”, y dejaremos entrar a quien llame, o saldremos a buscar al que lo necesite sólo para transmitirle ese amor que nos llena, sacando a la luz la presencia oculta del Amor, que siempre nos descoloca, nos descentra, dando entrada al otro en nuestro propio espacio personal.

     2.2. CAMBIA SU VIDA Y ¡LO CELEBRA!

     Desde luego María estaba preparada interiormente para acoger a Dios, no vivía atada a sus planes, a los prejuicios de la gente, a las costumbres,…porque asumió totalmente lo que Dios le pidió siendo consciente de las dificultades personales y familiares que le iban a venir como consecuencia.

     Es una mujer centrada en las pequeñas actividades de la vida cotidiana, pero pequeñas actividades llenas de Dios, por eso se deja llevar por Él y acepta su voluntad, porque no se da importancia, se deja utilizar por Dios como “instrumento” de salvación. ¡Una empresa tan grande en un instrumento tan pequeño aparentemente!

     Una vez deja entrar a Dios, una vez le acoge del todo dentro de sí, celebra Su Presencia, cantando el Magníficat.
 
Otras personas elegidas por Dios también lo celebran como algo verdaderamente grande:

“¡Cómo me alegro en el Señor
Me lleno de gozo en mi Dios
Porque me ha brindado su salvación,
¡Me ha cubierto de victoria!
Soy como un novio que se pone su corona
O una novia que se adorna con sus joyas.
Porque así como nacen las plantas de la tierra
Y brotan los retoños en un jardín,
Así hará el Señor que brote su victoria
Y que todas las naciones entonen cantos de alabanza”.
(Is. 61 , 10-11)

 
“Soy la más pequeña, sin duda,
Pero Dios me ha mirado, y yo grito mi alegría
Comparto la pobreza de mi pueblo,
El pequeño Israel, “su siervo”
Pero Él con su misericordia me ha mirado
Y yo desbordo de gozo
Como en el día de la boda
Y proclamo con fuerza la belleza de su amor.
Abro mi ventana cada día
De par en par a la esperanza
Y sé que mis flechas alcanzan al Santo.
El que es Poderoso, ha escogido a lo pequeño,
A la más insignificante
Para lucirse en sus obras
Para lucir su misericordia.
Todos me llamarán dichosa
Pero no es cosa mía, es cosa de su amor.
Y anuncio que hay motivos de alegría para todos
Porque la misericordia de Dios no tiene límites.
Mañana todo puede cambiar:
Los que se regocijan en sus riquezas
Serán despreciados y olvidados,
En cambio los humildes y sencillos
Serán ensalzados en todos los medios de comunicación.
Algún día, así está escrito
Los hambrientos y mendigos
Se sentarán al banquete del Reino
Y los avarientos, especuladores,
Mendigarán una gota de cariño.
Mañana, yo lo espero,
Las promesas de Dios se cumplirán
Como en el tiempo de nuestros padres
Y nos bendecirá de nuevo, y nos visitará de nuevo

Y se quedará ya con nosotros para siempre”.
 
Retiro de Adviento: Mª Carmen Sapiña. Hija de la Caridad.

 

 

 

 
 

 

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