domingo, 8 de abril de 2012

AMANECER


En la noche del
sábado, alguien no dormía,
tenía
presentimientos.
Alguien soñaba: una
fuente en medio del desierto,
rodeada de macetas,
flores rojas y
blancas,
y el agua cantando
de alegría.
Alguien sentía en
el corazón un fuego
y quería ir al
sepulcro para apagarlo.

Al amanecer, cuando
aún estaba oscuro,
fueron mujeres al
sepulcro
con ungüentos
escogidos para Cristo.
¡Habían sido muchas
las heridas!
Yo ungiré las
heridas de sus pies
que tantos caminos
recorrieron de paz y de perdón,
y las iré besando
arrepentida.
Yo ungiré las
heridas de sus manos,
manos amistosas que
tanto bien hicieron.
Y las iré besando
agradecida.
Yo ungiré la de sus
Costado, Corazón que tanto amó,
y no me cansaré de
besarlo enamorada.

¿La losa? Ya
veremos, que vengan los ángeles a ayudarnos.
Veremos... Pero ya
no vieron más que luz,
una luz creciente,
las cegaba e invadía
¡y el perfume! ¿No
llevaban ellas los ungüentos?
La tumba estaba
abierta,
pero ellas
respiraban un perfume irresistible.
¿Qué nos pasa?
Estamos resplandecientes.
Es que ha pasado un
ángel del Señor.
Les entraban ganas
de reír y de llorar.
Yo he visto a dos
ángeles del Señor.
¿Es que estamos
locas?
Es que pasa él, que
es la Pascua,
que está pasando el
Señor,
y estamos en su amor
resucitados

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