sábado, 24 de marzo de 2012

Te prometo. Campaña del Seminario 2012

Te prometo que tienes una vocación y que puedes descubrirla, secundarla, y vivirla íntegramente. Te prometo que si escuchas y permaneces abierto a la Palabra, alcanzará tu corazón cuando menos te lo esperes y no te abandonará jamás. Te prometo que esta vocación te centrará decididamente en lo más -y único- importante de la vida, y que sentirás más de una vez que todo tiene sentido. Te prometo que las fuerzas, para quien responde a Dios y se deja conducir, no serán sólo las suyas, las que se entusiasman un día y al siguiente desaparecen, sino que saldrán del interior y de lo profundo con vigor. Te prometo que llegarás a lugares del corazón del hombre que no se han pisado hasta ese momento, y que recibirás sabiduría e inteligencia para hacerlo con delicadeza, con mucho amor y respeto por quien tienes delante. Te prometo que no pasearás por el mundo solo y sin familia, y que cualquier ciudad del mundo, o pueblo, se llenará para ti de hermanos y hermanas, de padres y madres que cuidarán de ti, te harán sentirte en casa. Te prometo que el trabajo y el tiempo serán algo más que trabajo y tiempo, y que medirás la realidad con unos criterios bastante diferente a los acostumbrados. Te prometo que tomarás decisiones que te admirarán y sorprenderán a ti el primero. Te prometo que el mundo será un misterio que aprenderás a escrutar e investigar con respeto, y mucho más la persona, para ti infinita y permanente. Te prometo que, si es lo que Dios quiere para ti, el miedo aparecerá y podrás superarlo, querrás superarlo, vivirás para Alguien y no para algo, por Alguien y no por algo, en Alguien y no algo.





Te lo prometo, no en mi nombre y por mí, sino con la experiencia de mi propia vocación, de mi propia respuesta, de mis debilidades y fortalezas, de mis grandezas y pequeñeces, de todo cuanto se me hace fácil y de aquello en lo que no soy capaz de avanzar y tropiezo a menudo. Te lo prometo, pasándote el relevo que a mí me dieron, que no es nuestro sino del Señor, del Dios vivo y verdadero, del mismo Jesucristo que nos reúne y se hace presente en la Eucaristía, en la Palabra, en el misterio de la Iglesia, en los pequeños y en los pobres, y en cada acontecimiento… Te lo prometo en su nombre, no en el mío. Te prometo que, si respondes con libertad y confianza, será tu horizonte, tu realidad, tu existencia, tu camino, tu verdad, tu todo. Ahora, que has escuchado, te toca responder a la promesa. Si es lo que Dios quiere, te va la vida en ello. La tuya, y la de otros que te necesitarán, te escucharán, te sentirán cerca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario