Mi prójimo es aquel que tiene derecho a esperar algo de mí.
Aquel que Dios pone en el camino de mi historia personal. En algún sentido todo hombre es
potencialmente prójimo (aunque viva en otro continente y yo nunca lo haya encontrado),
pero prójimo real e históricamente es el que yo encuentro en mi vida pues sólo en este caso
hay derecho al acto del amor fraterno. La fraternidad cristiana es una disposición a hacer
de cualquier persona (mi prójimo), si se presenta la ocasión.
El prójimo es el necesitado. En la parábola del samaritano el necesitado es un judío
expoliado y herido. En la parábola del juicio final (Mt 25,31ss) es el hambriento, el sediento,
el enfermo, el exiliado, el encarcelado. En forma muy especial, el prójimo es el pobre, en el
cual Jesús se revela como necesitado. «Lo que hicieron con algunos de estos mis
hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).
Hay necesitados (pobres) «ocasionales» y «permanentes». No sabemos si el judío
herido de la parábola era sociológicamente pobre; podemos incluso presumir que no lo era,
ya que si fue robado es porque llevaba dinero. Pero en el momento del encuentro con el
samaritano era un pobre y necesitado. Tenía derecho a ser tratado como prójimo. Los ricos
y poderosos son mis prójimos cuando necesitan de mí, aunque sea ocasionalmente. Dar
ayuda a un capitalista o un gobernante perseguido por cambios políticos, cualquiera que
sea su ideología, es un deber cristiano; es tratarlo como prójimo.
Pero la mayoría son pobres y necesitados «permanentes». Son
explotados, marginados y empobrecidos por la sociedad. Son los discriminados por las
ideologías y por el poder. La opción por el pobre que nos ordena el Evangelio es servir a
ese prójimo no sólo como personas, sino como situaciones sociales. Hoy nuestro prójimo
es también colectivo. El judío herido y empobrecido es una situación permanente. Son los
obreros, los campesinos, los indios, los subproletarios...
La opción cristiana no es por la pobreza, porque la pobreza no existe como tal. La opción
es por el pobre, sobre todo el pobre «permanente», que está en mi camino y que forma
parte de mi sociedad, el cual tiene derecho a esperar de mí. El hecho del pobre como
prójimo colectivo le da a la caridad fraterna su exigencia social y política. Para el Evangelio
el compromiso sociopolítico del cristiano es a causa del pobre. La política es la liberación
del necesitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario