martes, 13 de marzo de 2012

El prójimo como pobre

Mi prójimo es aquel que tiene derecho a esperar algo de mí.

Aquel que Dios pone en el camino de mi historia personal. En algún sentido todo hombre es

potencialmente prójimo (aunque viva en otro continente y yo nunca lo haya encontrado),

pero prójimo real e históricamente es el que yo encuentro en mi vida pues sólo en este caso

hay derecho al acto del amor fraterno. La fraternidad cristiana es una disposición a hacer

de cualquier persona (mi prójimo), si se presenta la ocasión.

El prójimo es el necesitado. En la parábola del samaritano el necesitado es un judío

expoliado y herido. En la parábola del juicio final (Mt 25,31ss) es el hambriento, el sediento,

el enfermo, el exiliado, el encarcelado. En forma muy especial, el prójimo es el pobre, en el

cual Jesús se revela como necesitado. «Lo que hicieron con algunos de estos mis

hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).

Hay necesitados (pobres) «ocasionales» y «permanentes». No sabemos si el judío

herido de la parábola era sociológicamente pobre; podemos incluso presumir que no lo era,

ya que si fue robado es porque llevaba dinero. Pero en el momento del encuentro con el

samaritano era un pobre y necesitado. Tenía derecho a ser tratado como prójimo. Los ricos

y poderosos son mis prójimos cuando necesitan de mí, aunque sea ocasionalmente. Dar

ayuda a un capitalista o un gobernante perseguido por cambios políticos, cualquiera que

sea su ideología, es un deber cristiano; es tratarlo como prójimo.

Pero la mayoría son pobres y necesitados «permanentes». Son

explotados, marginados y empobrecidos por la sociedad. Son los discriminados por las

ideologías y por el poder. La opción por el pobre que nos ordena el Evangelio es servir a

ese prójimo no sólo como personas, sino como situaciones sociales. Hoy nuestro prójimo

es también colectivo. El judío herido y empobrecido es una situación permanente. Son los

obreros, los campesinos, los indios, los subproletarios...

La opción cristiana no es por la pobreza, porque la pobreza no existe como tal. La opción

es por el pobre, sobre todo el pobre «permanente», que está en mi camino y que forma

parte de mi sociedad, el cual tiene derecho a esperar de mí. El hecho del pobre como

prójimo colectivo le da a la caridad fraterna su exigencia social y política. Para el Evangelio

el compromiso sociopolítico del cristiano es a causa del pobre. La política es la liberación

del necesitado.

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