miércoles, 21 de diciembre de 2011

OTRA NAVIDAD


ECLESALIA

¡Otra Navidad! puede exclamarse con tonalidades emotivas diferentes. La primera con un tono de gran fiesta, la que se celebra una vez al año. Todo fiesta. Todo alegría. Todo regalos. Todo cantos. Y pasada la fiesta, todo sigue igual. La segunda también con un tono de mucha depresión. Todo tristeza. Fiestas insoportables. Y pasados estos días, todo sigue igual. Las dos son desproporcionadas, se desmarcan de la normalidad. Las dos dejan de lado la profunda significación que tiene esta fiesta, que es del día a día.

Empiezo así porque volver a escribir –como cada año- no resulta fácil si se quiere decir alguna cosa nueva en ocasión de esta fiesta. Y decir algo nuevo, lo veo imposible. La forma de decirlo, tal vez no.

Mi intención es ayudar a comprender la Navidad o el Nacimiento o Luz interior o Sol emergiendo que cada uno lleva en su vida o cada ser humano tiene en su profundidad cuando uno al mismo tiempo es esa Profundidad interior. Navidad es nacimiento de la luz que cada día a través del sol se manifiesta. En la oscuridad hay luz sino no habría obscuridad. Las nubes esconden el sol, pero no lo hacen desaparecer. O la Divinidad encarnada en un Niño según la tradición de cristiandad. Otras culturas lo han expresado en diversas mitologías. Un Niño, un Sol, un Astro, un Personaje, un Camino que ilumina, orienta, indica. Está afuera y a dentro al mismo tiempo. En otras palabras, nuestro mundo interno como el externo.

Navidad, el nacimiento diario que cada uno experimenta cuando al despertarse puede ver o contemplar la luz del alba o el sol naciente. Luz que puede estar a veces tapada por las nubes de las dificultades del día a día, por el dolor, por las tribulaciones. Pero siempre, sin ninguna clase de duda, detrás de las nubes, junto a la oscuridad, siempre hay el Sol, la Luz. El nacimiento de otro día, de otro momento. La vivencia de sentir la hondura de cada uno que lleva a amarse y amar.

Sol, Luz, Personaje mítico que da calor como es el afecto que se da o se recibe. Los buenos días que se desean. La fantasía que se cultiva. El silencio que se hace al levantarse. El abrazo que se da o se recibe de la compañía tenida. El beso dado o recibido por los demás. O la sonrisa interior en una soledad, fuerte y terrible; a veces, casi depresiva o melancólica.

Otra Navidad es lo mismo que decir también otro día al abrir los ojos y ver que aún se vive aunque a veces se quisiera haber muerto. La hondura o la profundidad de cada uno, fruto de una labor interior silenciosa, de un pensamiento constructivo y sobre todo de haberse autodescubierto que nuestra realidad más que una forma es una transformación, una manifestación de un fondo universal, cósmico. Esto pide respeto a la Naturaleza.

Otra Navidad es tomar consciencia de una red real, existente, pero invisible de nuestra vida. Lo esencial es siempre invisible decía Antoine de Saint Exupéry en su famoso librito El pequeño príncipe. Eugen Drewermann, teólogo y psicoanalista, ha hecho una profunda lectura psicoanalítica de ese pensamiento en su libro Lo esencial es invisible. No es ninguna creencia o dogma, sino vida. Confianzas y fe en la certeza de la Hondura que es el ser humano.

Y esta realidad no es monopolio de ningún grupo, de ningún poder, de ninguna ideología, de ninguna cultura. Este Real está en todas y en todos. Es cósmico. Sencillamente “Es”. Sencillamente no yo soy, sino “soy”. No nosotros somos, sino “somos”. Sin sujetos explícitos gramaticales.

Es suficiente en abrir el ojo interior. El tercer ojo. Hacer caso a la intuición, fruto de los tres cerebros que tenemos. Por encima del conocimiento racional y emocional, hay otro que es más profundo. De ninguna manera significa que los dos primeros queden desbancados, sino todo lo contrario. Tienen que analizar y no desechar la intuición que tenemos. Auscultar el ruido silencioso de la Hondura del Hontanar.

Entonces, podemos ver y constatar la importancia de los rituales, no del ritualismo. La reunión o celebración familiar: Por navidad dichoso el que en su casa está como dice el refrán. Tiene mucho sentido, siempre que el mundo emocional armonice el encuentro de los seres queridos con los regalos adecuados, pedagógicos, didácticos, placenteros. Y todo el mundo alrededor de la mesa donde la gastronomía tiene su buen papel, reflejo del compartir. Fiesta en que el amor da placer y también vidas.

Y nada de esto debe impedir profundizar, antes todo lo contrario, que Navidad sea de búsqueda. El nacer de cada día a la búsqueda de lo profundo. Esa búsqueda nos da a conocer este otro acceso a lo Real, a la Ultimidad, a la Inefabilidad, a la Deidad, a lo Absoluto. El acceso no de las necesidades sino de la contemplación. Dos alas para volar. Satisfacer necesidades y al mismo tiempo contemplar: Navidad es nacimiento y fiesta. Sí, de un infante muy especial, pero básicamente del Infante que hay en el interior de cada uno de nosotros, de todo ser humano. Infante que simboliza nuestra Unidad con el todo. La gran canción, muy conocida, cantada cada en tiempos de guerra: Noche de paz... es la búsqueda que todo ser humano hace de la vida a pesar del mismo humano. Una búsqueda que lo lleva a entonces a un nivel de consciencia global, integrador, que le permite transcender la visión miópica de la razón. La racionalidad no puede ni debe querer explicarlo todo. Dice bien claro Blaise Pascal, (1623-1662), filósofo francés: Hay razones que el corazón tiene y la razón no comprende.

Y concluyo deseando a la persona lectora: Otra Navidad muy feliz donde reine la vida integral y llena en todo ser humano, en el nacer de cada día.

JAUME PATUEL i PUIG, jpatuel@copc.es

MATARÓ (BARCELONA).



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