jueves, 27 de octubre de 2011

“...VENDIÓ todo lo que poseía...”


Como puedes ver, te invito a no quedarte con la fachada de la Iglesia, en aquellos tópicos que a menudo centran las tertulias y que probablemente no son los interrogantes que de verdad afectan tu vida. Te invito ir al centro, al corazón de ti mismo, al corazón de Dios. No tengas miedo: la Iglesia no es una especie de Jurassic Park, sino el ámbito donde podemos realizar la experiencia del amor de Dios.

Aquello de “vender lo que poseía” del mercader de la parábola, para nosotros, es como poner aquello que está a nuestro alcance para hacer posible este encuentro con Dios. El encuentro con Dios en la fe es un don, es un regalo, pero es también una respuesta personal que pide una opción libre pero convencida, que implica algunas cosas.

Una actitud imprescindible es la confianza. Durante muchos años se ha hablado de la sospecha. También de la sospecha de Dios. Se ha colocado a Dios en entredicho. Pero ¿por qué no le podemos dar un voto de confianza? Esto no es “acientífico”. ¡Es lo que haces con tus amigos y familiares! ¿Por qué no puedes hacerlo con Dios? Este sentimiento de sospecha podría proyectarse también sobre la Iglesia. Como si una cierta desconfianza nos hiciera menospreciar todo aquello que procede de ella. La confianza es el ambiente imprescindible para que las personas nos podamos abrir, conocer y amar.

El camino del encuentro con Cristo tiene como metas la Palabra, los sacramentos y la comunidad. Todo esto, evidentemente, en el camino de tu vida.

La Palabra

Dios habla y escucha. Y nos invita a hablar y a escuchar. A mantener un diálogo con Él. Es lo que llamamos plegaria y que, como decía el beato manresano Pere Tarrés —modelo para los jóvenes—, “es la escuela del conocimiento de Dios”. ¡No creas que Dios habla desde arriba los Cielos! Él se pone a nuestro lado con Jesús de Nazaret, el cual, resucitado, también se hace presente hoy. Gracias a esta presencia del Resucitado, podemos hacer la experiencia de Dios a través de su Palabra. Te animo, pues, a coger un fragmento de la Palabra de Dios. Escucha con la cabeza (un poquito de estudio) y con el corazón (la plegaria), y busca su sentido ayudado por la comunidad de los que creen en Cristo.

Los sacramentos

Debes pensar que “quemo” etapas, que voy muy deprisa. Pero me quedaría a medio camino si sólo hablase de la Palabra. La vida de Jesús está llena de acciones que dan vida a los que le rodean; gestos que muestran lo que hay en el corazón de Dios. Y como todas las acciones de Cristo participan de la eternidad divina se proyectan en todos los tiempos y se hacen presentes. Así pues, hoy, Jesús continúa actuando en el corazón de los hombres de manera intensa, a través de sus acciones salvadoras. Es lo que llamamos sacramentos.

Con el primero, el bautismo, Dios repara nuestro corazón y nos hace partícipes de su vida haciéndonos sus hijos. Es como si Dios implantase su corazón en el nuestro: desde entonces, el cristiano puede vivir las veinticuatro horas del día con sentido lleno. Es como el hilo conductor que da sentido a cada acto que realizamos.

Te invito a redescubrir lo que significa ser bautizado, a hacer de tu bautismo una opción de vida concretando las consecuencias prácticas de coherencia, de caridad y de compromiso en nuestra sociedad, a dar testimonio de nuestra esperanza.

Otro sacramento muy importante también para los jóvenes, y que quizás es un poco desconocido y tal vez malentendido, es el del perdón. La confesión es el sacramento de la alegría mediante el cual reconocemos nuestros pecados a la luz del amor infinito de Dios, que nos abraza y nos rehace con el perdón. En un mundo lleno de luchas, el perdón gratuito de Dios también da testimonio de que el amor es más poderoso que el mal.

Y en el centro de las acciones de Dios, está la eucaristía, la misa. ¿Aburrida? Depende. Cuando entras en ella con la llave de la fe, descubres que no es una cosa; es un encuentro. En la misa, Cristo nos acoge, nos habla, hace presente su amor entregado por nosotros, se convierte en alimento espiritual y nos envía a vivir aquello que se celebra. Participar en la eucaristía, pues, incluye el compromiso de procurar vivir según el Evangelio.

De aquí la importancia de la eucaristía de cada domingo: “Está bien que hoy, en muchas culturas, el domingo sea un día libre o, juntamente con el sábado, constituya el denominado "fin de semana" libre. Pero este tiempo libre permanece vacío si en él no está Dios. Queridos amigos, a veces, en principio, puede resultar incómodo tener que programar en el domingo también la misa. Pero si tomáis este compromiso, constataréis más tarde que es exactamente esto lo que da sentido al tiempo libre. No os dejéis disuadir de participar en la Eucaristía dominical y ayudad también a los demás a descubrirla. Ciertamente, para que de esa emane la alegría que necesitamos, debemos aprender a comprenderla cada vez más profundamente, debemos aprender a amarla. Comprometámonos a ello, ¡vale la pena! Descubramos la íntima riqueza de la liturgia de la Iglesia y su verdadera grandeza: no somos nosotros los que hacemos fiesta para nosotros, sino que es, en cambio, el mismo Dios viviente el que prepara una fiesta para nosotros“ (Benito XVI, Colonia, agosto del 2005).

La Comunidad

Seguro que a muchos amigos los has conocido a través de otros compañeros. A Dios le gusta hacerse el encontradizo a través de otras personas. Un cristiano nunca vive la fe solo. El cristiano está, necesariamente, en comunión con Dios y con la Iglesia al mismo tiempo.

Descubrir todo eso, a pesar de las carencias de la comunidad cristiana, nos da una gran fuerza. Te animo a participar en la parroquia, en el grupo de jóvenes o movimientos, en aquellas realidades que tengas al alcance.

También te invito a abrir el corazón a alguien que te acompañe. Abrir nuestro corazón a alguien que haya andado más camino que nosotros, nos ayudará a creer, a descubrir los tesoros que llevamos dentro para dar una respuesta más decidida y clara a Jesucristo. Te animo a hablar con el sacerdote de tu parroquia o con alguien de tu comunidad cristiana que tenga experiencia en el trato con Dios.

Como puedes ver, la Iglesia es la comunidad de los que se dejan transformar por la Palabra y las acciones de Jesucristo, en la familia de los hijos e hijas de Dios Padre.

4. “... y la COMPRA...”

Es en el día a día donde Dios se te quiere hacer presente. Ser cristiano es más que cumplir un rito; es descubrir que la vida es un don, un regalo que Dios nos hace. Descubrir que Dios te conoce y te llama por tu nombre y pone en manos de tu libertad una aventura llena de sentido.

Por eso, creer, vivir la fe cristiana, tiene unas consecuencias muy concretas en la manera de vivir las relaciones de familia, de amistad, de amor; en la manera de comprender el tiempo libre y las aficiones, el estudio y el trabajo... Todo adquiere un nuevo sentido y cada gesto se convierte en una oportunidad para crecer, para amar. La fe es un peregrinaje que nos hace salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás y del Otro. Un peregrinaje, especialmente en las cosas sencillas de cada día, hacia el otro.

Este salir de uno mismo desde la fe conlleva un compromiso de transformación de nuestro entorno: ser testimonios del amor de Dios nos convierte en constructores de un mundo según el Evangelio. No nos podemos quedar con palabras biensonantes, sino que hay que trasladarlas a la realidad con hechos: en nuestro entorno más próximo hay muchas personas que esperan nuestra atención. No podemos cerrar los ojos a estas realidades. Es necesaria una unidad de vida, unidad entre ser miembros de la Iglesia y ciudadanos de la sociedad humana, entre la fe y la vida.

Para vivir en esta unidad es imprescindible una formación integral —intelectual, espiritual y moral— que te ayude a descubrir la llamada que Dios te hace personalmente y te disponga a vivirla. Esto pide, por tu parte, una actitud activa de búsqueda, de manera especial en la adolescencia y la juventud, épocas en las que se toman decisiones que orientaran la vida.

Es cierto que todo esto no siempre es fácil. A veces pide un gran esfuerzo. Un esfuerzo para colocar el ser por encima del tener. Y... ¿vale la pena este esfuerzo? Solamente después de probarlo podrás responder. Estoy seguro que es una opción de futuro hoy en día plenamente válida.

Obispo de VIC

Romá

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