lunes, 26 de diciembre de 2011

EN UN PESEBRE



Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén.

Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.

Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.

Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.

Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.

Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.

¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.

En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado.


José Antonio Pagola

miércoles, 21 de diciembre de 2011

OTRA NAVIDAD


ECLESALIA

¡Otra Navidad! puede exclamarse con tonalidades emotivas diferentes. La primera con un tono de gran fiesta, la que se celebra una vez al año. Todo fiesta. Todo alegría. Todo regalos. Todo cantos. Y pasada la fiesta, todo sigue igual. La segunda también con un tono de mucha depresión. Todo tristeza. Fiestas insoportables. Y pasados estos días, todo sigue igual. Las dos son desproporcionadas, se desmarcan de la normalidad. Las dos dejan de lado la profunda significación que tiene esta fiesta, que es del día a día.

Empiezo así porque volver a escribir –como cada año- no resulta fácil si se quiere decir alguna cosa nueva en ocasión de esta fiesta. Y decir algo nuevo, lo veo imposible. La forma de decirlo, tal vez no.

Mi intención es ayudar a comprender la Navidad o el Nacimiento o Luz interior o Sol emergiendo que cada uno lleva en su vida o cada ser humano tiene en su profundidad cuando uno al mismo tiempo es esa Profundidad interior. Navidad es nacimiento de la luz que cada día a través del sol se manifiesta. En la oscuridad hay luz sino no habría obscuridad. Las nubes esconden el sol, pero no lo hacen desaparecer. O la Divinidad encarnada en un Niño según la tradición de cristiandad. Otras culturas lo han expresado en diversas mitologías. Un Niño, un Sol, un Astro, un Personaje, un Camino que ilumina, orienta, indica. Está afuera y a dentro al mismo tiempo. En otras palabras, nuestro mundo interno como el externo.

Navidad, el nacimiento diario que cada uno experimenta cuando al despertarse puede ver o contemplar la luz del alba o el sol naciente. Luz que puede estar a veces tapada por las nubes de las dificultades del día a día, por el dolor, por las tribulaciones. Pero siempre, sin ninguna clase de duda, detrás de las nubes, junto a la oscuridad, siempre hay el Sol, la Luz. El nacimiento de otro día, de otro momento. La vivencia de sentir la hondura de cada uno que lleva a amarse y amar.

Sol, Luz, Personaje mítico que da calor como es el afecto que se da o se recibe. Los buenos días que se desean. La fantasía que se cultiva. El silencio que se hace al levantarse. El abrazo que se da o se recibe de la compañía tenida. El beso dado o recibido por los demás. O la sonrisa interior en una soledad, fuerte y terrible; a veces, casi depresiva o melancólica.

Otra Navidad es lo mismo que decir también otro día al abrir los ojos y ver que aún se vive aunque a veces se quisiera haber muerto. La hondura o la profundidad de cada uno, fruto de una labor interior silenciosa, de un pensamiento constructivo y sobre todo de haberse autodescubierto que nuestra realidad más que una forma es una transformación, una manifestación de un fondo universal, cósmico. Esto pide respeto a la Naturaleza.

Otra Navidad es tomar consciencia de una red real, existente, pero invisible de nuestra vida. Lo esencial es siempre invisible decía Antoine de Saint Exupéry en su famoso librito El pequeño príncipe. Eugen Drewermann, teólogo y psicoanalista, ha hecho una profunda lectura psicoanalítica de ese pensamiento en su libro Lo esencial es invisible. No es ninguna creencia o dogma, sino vida. Confianzas y fe en la certeza de la Hondura que es el ser humano.

Y esta realidad no es monopolio de ningún grupo, de ningún poder, de ninguna ideología, de ninguna cultura. Este Real está en todas y en todos. Es cósmico. Sencillamente “Es”. Sencillamente no yo soy, sino “soy”. No nosotros somos, sino “somos”. Sin sujetos explícitos gramaticales.

Es suficiente en abrir el ojo interior. El tercer ojo. Hacer caso a la intuición, fruto de los tres cerebros que tenemos. Por encima del conocimiento racional y emocional, hay otro que es más profundo. De ninguna manera significa que los dos primeros queden desbancados, sino todo lo contrario. Tienen que analizar y no desechar la intuición que tenemos. Auscultar el ruido silencioso de la Hondura del Hontanar.

Entonces, podemos ver y constatar la importancia de los rituales, no del ritualismo. La reunión o celebración familiar: Por navidad dichoso el que en su casa está como dice el refrán. Tiene mucho sentido, siempre que el mundo emocional armonice el encuentro de los seres queridos con los regalos adecuados, pedagógicos, didácticos, placenteros. Y todo el mundo alrededor de la mesa donde la gastronomía tiene su buen papel, reflejo del compartir. Fiesta en que el amor da placer y también vidas.

Y nada de esto debe impedir profundizar, antes todo lo contrario, que Navidad sea de búsqueda. El nacer de cada día a la búsqueda de lo profundo. Esa búsqueda nos da a conocer este otro acceso a lo Real, a la Ultimidad, a la Inefabilidad, a la Deidad, a lo Absoluto. El acceso no de las necesidades sino de la contemplación. Dos alas para volar. Satisfacer necesidades y al mismo tiempo contemplar: Navidad es nacimiento y fiesta. Sí, de un infante muy especial, pero básicamente del Infante que hay en el interior de cada uno de nosotros, de todo ser humano. Infante que simboliza nuestra Unidad con el todo. La gran canción, muy conocida, cantada cada en tiempos de guerra: Noche de paz... es la búsqueda que todo ser humano hace de la vida a pesar del mismo humano. Una búsqueda que lo lleva a entonces a un nivel de consciencia global, integrador, que le permite transcender la visión miópica de la razón. La racionalidad no puede ni debe querer explicarlo todo. Dice bien claro Blaise Pascal, (1623-1662), filósofo francés: Hay razones que el corazón tiene y la razón no comprende.

Y concluyo deseando a la persona lectora: Otra Navidad muy feliz donde reine la vida integral y llena en todo ser humano, en el nacer de cada día.

JAUME PATUEL i PUIG, jpatuel@copc.es

MATARÓ (BARCELONA).



viernes, 2 de diciembre de 2011

Dar gratis lo que has recibido gratis


Frente a la brutal crisis actual, infinidad de entidades católicas y cristianos comprometidos desgastan sus vidas para que otras las puedan tener o mejorar. El 5 de diciembre se celebra el Día Internacional del Voluntariado, en el año designado por la ONU para llamar la atención sobre esta realidad tan bien valorada comúnmente por su benéfico impacto en la sociedad y de tan profundo arraigo en el cristianismo.

La mayoría de las actividades de la comunidad cristiana esteán en manos de personas que desinteresadamente aportan su granito de arena para sostener sus actividades fundamentales. No obstante, Cáritas Española concita la mayor atención, por su impagable e insobornable labor en el ámbito social.

Desde la irrupción definitiva de la crisis, en 2008, unos 5.000 voluntarios se han sumado a esta institución. Su última Memoria anual, referida a 2010, cifra su número total en 61.000, un 8% más con respecto a 2008.

El director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, Fernando Vidal, se muestra rotundo: “El mundo cristiano tiene un compromiso muy fuerte con las personas en dificultad de nuestra sociedad. Es algo muy propio de los cristianos, algo que forma parte íntimamente de su proceso educativo y vivencial”.

Lo cierto es que numerosas comunidades religiosas, parroquias y asociaciones siguen dando la batalla contra las injusticias en las zonas más deprimidas de nuestro país, gracias, en buena parte, a miles de voluntarios convocados a traducir su fe en la atención a los preferidos de Dios. Fernando Vidal confiesa que “conocer a Jesús, sin relacionarse con personas en dificultad parece difícil”.

Ahora que las demandas de ayudas se han triplicado, la Iglesia está consiguiendo aunar nuevas voluntades. Emilio López, responsable de Voluntariado de Cáritas, apunta dos hipótesis para explicar la llegada de nuevos colaboradores: “Por un lado, el incremento del desempleo ha podido convencer a ciertas personas de la conveniencia de ocupar su tiempo y poder así adquirir una experiencia útil en una institución a la que tienen como referencia; y por otro, ante la situación de pobreza y exclusión creciente, otros han decidido dar el paso para echar una mano”.

El grueso de estas nuevas incorporaciones se ha implicado en el “trabajo de base”, la primera acogida, la atención en las Cáritas parroquiales; y menos, en las tareas estructurales y organizativas. En la misma dirección se expresa Carlos Lafarga, responsable de Voluntarios de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP): “La gente se ha sensibilizado más con la situación que atravesamos, y los propios desempleados, ahora que disponen de tiempo, se han sumado a la labor, no en una cantidad muy grande, pero sí de manera muy interesante”.

Los voluntarios de Cáritas son, en su mayoría, mujeres, en un porcentaje algo superior al de la media del denominado ‘tercer sector’ (el 67% frente al 63%), y también algo más mayores (el 50% tiene más de 50 años). El perfil de su voluntariado no ha variado sustancialmente en los últimos años, con la incorporación de gente de mediana edad, principalmente. Su permanencia en la entidad supera lo habitual en este tipo de organizaciones. “Mientras que aquí es normal oír a la gente decir que solo lleva tres años de voluntario, en otras entidades la media de permanencia se sitúa precisamente en esos tres años”, relata el responsable de voluntarios de Cáritas.

“Es algo muy propio de los cristianos
comprometerse con las personas en dificultad,
forma parte íntimamente de
su proceso educativo y vivencial”.
Fernando Vidal.

Pero los rasgos distintivos de este personal tienen que ver con la esencia misma de una realidad nuclear en la Iglesia. Emilio López indica, como características especiales, “el sentido de gratuidad que tienen incorporado, siguiendo la máxima evangélica de ‘dar gratis lo que has recibido gratis’, sin buscar contraprestación alguna; y el colocar a los excluidos, al otro, en el centro de las acciones, frente a un modelo social que prima el individualismo y la obtención egoísta de recompensas”.

El 99% de las personas que sostienen las obras sociales de la SSVP entregan desinteresadamente su tiempo para llegar a entre 90.000 y 100.000 beneficiarios. También aquí son mayoría las mujeres y las personas de edad media, algo que, en parte, se explica por “la mayor disponibilidad de tiempo, pero también por el tipo de proyectos que son mayoritarios: roperos, bancos de alimentos, albergues para los sin hogar, visitas hospitalarias…”.

“La gente joven opta más por el compromiso con menores y el tiempo libre, algo de lo que históricamente no se ha encargado la SSVP, tal vez porque ha puesto más su foco en la atención a las familias”, matiza Lafarga, aunque insiste en que en su nuevo servicio de asistencia jurídica gratuita, abierto en Madrid, “la mayoría son jóvenes, estudiantes o recién licenciados”.

El alimento de la fe

Miguel García, joven investigador universitario, ayuda desde hace cuatro años a chavales del madrileño barrio de la Ventillaa sacar adelante los estudios que cursan. Su compromiso se desarrolla en la ONG Pueblos Unidos, creada por los jesuitas.

“El mundo no está lo bien que debería,
y todos tenemos que echar una mano
en la medida que podamos”.
Miguel García, voluntario.

“El mundo no está lo bien que debería, y todos tenemos que echar una mano en la medida que podamos”. “He tenido la suerte de nacer en un país desarrollado, con un montón de oportunidades. ¿Qué pasa con la gente que no las ha tenido? No podemos quedarnos de brazos cruzados, no es justo. Ciertamente la suerte existe, la suerte de nacer aquí o allí, pero es responsabilidad de todos el repartirla”, apunta este físico de 26 años.

“La fe me da un horizonte que no tendría de otra manera”, sostiene Miguel. Gracias a este don, y a pesar de los sinsabores, que siempre llegan, mantiene su compromiso porque “no estoy para recoger, sino para sembrar. ¡Así que a sembrar como locos! Y a confiar, con mayúsculas, en que Otro se encargará de hacer que los frutos salgan”